jueves, 23 de diciembre de 2010

MONASTERIO DEL ESCORIAL: LA BOCA DEL INFIERNO



El lúgubre e impresionante monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial, construido por orden de Felipe II, es uno de los monumentos más emblemáticos de todo el mundo. Las leyendas cuentan que fue erigido para tapar nada menos que una boca del infierno, como ocurrió en otros recónditos lugares. ¿Qué se oculta tras sus gruesos muros de piedra?

No hay muchos tratados y creo que casi ningún guía oficial, que vaya a explicarnos dónde mirar y como. Por eso hay que desvelar aquí, donde no nos lo pueden impedir, qué lugares hay que visitar en este laberinto y en qué cosas fijarse para entender sus misterios.
Iremos en primer lugar a la biblioteca, a la que llegaron libros muy especiales, sobretodo los que trataban de brujería, demonología, alquimia, conjuros y otros temas prohibidos -como el enigmático y buscado Enchiridion, de León III, un poderoso tratado de magia-. Todos fueron condenados por la iglesia y perseguidos por la inquisición, que intentó quemar los ejemplares. Pero, aunque la mayoría está en paradero desconocido, quedaron los que escondió en secreto -con la complicidad real- su creador y primer custodio, el extremeño Benito Arias Montano, a quien sucedió fray José de Sigüenza. Allí puede encontrarse también el siniestro Malleus maleficarum, un manual eficaz para reprimir todo paganismo a base de torturar con dureza a los sospechososos de tener tratos con seres sobrenaturales.
Este santuario, donde se intentó reunir todo el saber alcanzado hasta entonces, fue decorado por los pintores Tebaldi y Carducci siguiendo instrucciones de Arias Montano, fray José y Juan de Herrera. Con el consentimiento real, incluyeron claves esotéricas sobre la esencia del edificio, destinadas a ser entendidas por unos pocos iniciados.
Empezando por la referencia más antigua, fijémonos en una pintura que nos muestra a Orfeo descendiendo al inframundo a rescatar de la muerte a su esposa Eurídice. Lleva en la mano una lira con la que adormecerá al terrible can Cerbero, guardián de tres cabezas que custodia la tenebrosa puerta de una sola dirección. Llega hasta donde se halla el espíritu de su amada. Conmovidos, los reyes de los infiernos Hades y Perséfone, permiten que regresen al mundo, pero ella desobedece los mandatos de la sibilia Proserpina y vuelve la cabeza para mirar atrás. Por eso es castigada, y devuelta a las profundidades.

Esta referencia al mito clásico nos permite conocer cómo concebían los paisajes infernales, algo distintos a los que fueron adoptados por el cristianismo, basados en antiguos mitos y creencias de los pueblos de Oriente Medio.
Para el mundo clásico, la puerta a la morada de los espíritus estaba en la orilla opuesta a la de la vida de la laguna de Estigia. Los hombres sólo podían cruzarla antes de morir subiendo a la barca de Caronte -a quien tenían que pagar con una moneda, por eso se les ponía una en la tumba-. Ya sabemos que no regresaba casi nadie. Luego, según los méritos de cada uno, irían al cielo olímpico, los Campos Eliseos, lugar de plenitud y felicidad -un tanto orgiástica- junto a los dioses, o al Tártaro, un reino de dolor y desesperación, un pozo boscoso, oscuro y enmarañado, donde sufrirían torturas por las faltas cometidas. En ese infierno no hay ninguna referencia específica a un posible fuego eterno.
Esta zona está dedicada a la Música, una de las disciplinas del Quadrivium medieval, porque la lira de Orfeo tiene poder sobre los guardianes del más allá. Cerca, presidiendo el centro de la sala, vemos otro personaje poderoso, el rey Salomon, que propone enigmas numéricos a la reina de Saba.

Salomón y su magia.

Sabemos que se atribuye al hijo del rey David ser uno de los más grandes magos de todos los tiempos. Tanto fue así que la leyenda afirma que cambió su efigie durante un tiempo con el demonio Asmodeo, al que había atrapado con su poder, para descender a las cavernas donde estaba la escuela de Hermes, donde adquirió toda su legendaria sabiduría. Mientras tanto, el sustituto fue dirigiendo las obras del primer templo de Jerusalén. Cuando el rey volvió al mundo, encerró al demonio en una de las columnas del Templo, constituyéndose en su guardián, y por añadidura, en custodio del conocimiento oculto.
Pues bien, en la pintura mencionada que preside la biblioteca, aparecen las únicas palabras del judaísmo representadas en el edificio, en una época donde todo judío era causa suficiente para ser perseguido por la inquisición. Omnia in numero pondere et mesura. Se trata de una sentencia del Libro de la Sabiduría (11,20).- Todo lo dispusiste con número, peso y medida-.
Piensa el investigador Andrés Vázquez, que dos errores ortográficos en la grafía hebrea podrían tener la clave de la ubicación de secretos importantes, por ejemplo el lugar donde se ocultaron los libros malditos. Quizá una pequeña "biblioteca infernal" que el rey quiso controlar personalmente. Un tema implícito en el libro Inferno, de la doctora en Historia de la Medicina Mar Rey Bueno.
Hay otras claves que permiten seguir encontrando sorpresas en esta "Boca del infierno": las innumerables reliquias que contiene, la afición del rey a la pintura de El Bosco, y la función de la Torre de la Botica y su Casa de las Aguas.

Reliquias contra demonios.

Lucifer, el "ángel rebelde", es un personaje que tenía muy presente el Rey Prudente, pero del que seguramente poseía una idea equivocada a juzgar por su comportamiento supersticioso -en contra de la actitud oficial de la iglesia, que por otra parte consentía la veneración popular-. Así, acumuló para luchar contra estos primigenios "enemigos de Dios", casi siete mil reliquias de distintos santos -muchas de autenticidad más que dudosa-.
Tenerlas allí significaba proteger su "puerta del infierno" contra los ataques furibundo de las fuerzas del mal, por ejemplo rayos y tormentas, atribuidos en numerosas ocasiones a los manejos de Satanás. Por eso se colocó en la cúpula o cimborrio, una hornacina con supuestos restos de San Pedro, Santa Bárbara y otros santos indeterminados. También lo hizo en otros lugares del edificio.
Hoy, gracias a la libertad que tienen los investigadoress de la que carecían en otras épocas, conocemos cosas del mito de los "ángeles caídos" que nos permiten asombrarnos de creencias como esta. Lucifer es "El que lleva la luz-la Aurora-". Está relacionado simbólicamente con un fenómeno, la presencia en el cielo de la estrella de la mañana o lucero del alba, el planeta Venus, que también puede ser el de la tarde o véspero, cuando es visible el atardecer.
En este sentido lo empleó Isaías (14:12) en un texto traducido por San Jerónimo al latín para la Vulgata en el siglo V: "¡Cómo caíste del cielo, oh, Lucero, hijo de la mañana!..." Aunque al parecer el profeta se refería a un rey babilónico, los padres de la Iglesia lo relacionaron con la mítica caída del arcángel, que cometió el pecado de la soberbia. Después. el cristianismo le asimilaría a la figura del maligno. Metafóricamente, las "estrellas caídas" pueden ser tanto ángeles como los reyes de Israel, identificados ambos con estos astros.
Los judíos consideraron que Lucifer y Satan eran dos entes distintos. Este último, -también llamado Belial- sería el "tentador" a quien Dios encarga probar la virtud de los hombres -los gnósticos consideran que realmente su verdadera función es la de iniciador en los más escondidos secretos al aspirante a la sabiduría-. Una figura procedente del Shatan bíblico, "el oponente y acusador", delator de los hombres ante el tribunal divino, por tanto su mayor enemigo. Los luciferinos, por su partem lo equiparan en poder a su Creador.
Según el Nuevo Testamento, en su condición de ejecutor absoluto del mal, tienta a Jesucristo e incita a los hombres a pecar y por tanto es el "adversario" de toda bondad, del Bien.
Como vemos, todo lo demoníaco o diabólico pertenece al mundo de lo simbólico-espiritual, por lo tanto, los infiernos -tal y como reconoce la moderna teología e hizo Juan Pablo II-, serían más un estado del alma que un lugar donde hay tormentos físicos. ¿De dónde proceden, pues, las descripciones que llevaron a los artistas a crear una iconografía terrorífica con tormentos terribles e infinitos? Pues de varias fuentes, entre las que destacó la iconografía medieval -románica y gótica- y la Divina Comedia de Dante Alighieri, relacionada con la Eneida de Virgilio. Ambas inspiraron a un hombre fundamental para explicar las inquietudes de Felipe II: Hieronimus van Aken, universalmente conocido como El Bosco, cuyas pinturas buscó con la vehemencia empleada con las reliquias.

Monstruos e infiernos medievales y renacentistas.

Para entender la imagen que más pesó sobre los terrores nocturnos de aquel hombre atormentado por el más allá, hay que conocer bien los que se vivieron durante el final del primer milenio.
Sin duda en aquel ambiente influyó notablemente la aparición entre los siglos X y XI de varios manuscritos acompañados de características ilustraciones ricamente iluminadas, llamados Beatos. Se trata de copias del Apocalipsis de San Juan, acompañadas de los Comentarios, elaborados en el siglo VIII por Beato, abad de Santo Toribio de Liébana (Cantábria), de quien procede su nombre. Uno de ellos es uno de los más importantes libros que se conservan en la Biblioteca de El Escorial.
Las imágenes que contienen recrean los monstruos y señales que habrían de acompañar la aparición del Anticristo, como anuncio del fin de todo. Pero lo que más nos importa es que de ellas procede gran parte de la iconografía medieval, cuyo estilo mezcla corrientes bizantinas y árabes que entraron en Europa a partir del año 711, cuando comienza oficialmente la Reconquista.
El bestiario románico, por ejemplo, concibe terribles monstruos que pueden ser diablos, pero también representaciones grotescas de la fealdad del pecado e incluso supuestos espíritus malignos o protectores de los edificios. La evolución al gótico significa la aparición de gárgolas y demonios que protegen fundamentalmente las catedrales, a las que también se consideró tapones de los accesos al infierno. En algunos pórticos aparecen estos diablos, unas veces como alimañas, otras como seres atropomorfos de aspecto terrorífico, y en otras, seres fabulosos que devoran las almas de los pecadores.
En cuanto a la Eneida, Eneas va a visitar a la sibila de Cumas, a la que dice: "Una sola cosa te pido, pues es fama que aquí está la entrada al infierno, aquí la tenebrosa laguna que forma el desbordado Aqueronte...". La profetisa le indica que para entrar a buscar a su padre al Averno tiene que conseguir una aurea rama que será la llave del inframundo. James Frazer dice en su célebre ensayo La Rama Dorada que se trata de muérdago, una planta sagrada porque, al no crecer en el suelo, no puede ser utilizada como instrumento por los espíritus malignos. Las descripciones de Eneas de los paisajes recorridos incluyen frases como esta: "Todo el centro del Averno está poblado de selvas que rodea el Cocito con su negra corriente". Basándose en este poema, Dante recreó cómo sería el infierno y el purgatorio, donde le sirve de guía el espíritu de Virgilio. El infierno es un cono que penetra en las profundidades en nueve círculos. En el último están Lucifer y Judas, que es devorado contínuamente por sus fauces.
El purgatorio es simétrico al infierno, pero esta vez se trata de una meseta con siente escalones donde, por orden de gravedad, se purgan los pecados hasta llegar a conseguir la redención que conducirá las almas al cielo.
Este último es visitado por el poeta, pero esta vez acompañado de Beatriz, la "beatificadora". También tiene nueve círculos y presenta una estructura semejante al Sistema Solar, con su centro en la Tierra. En el último, por supuesto, está Dios como controlador de cuanto existe a través del amor.

Los tres reinos del Bosco.

Todo lo dicho fue resumido por el Bosco en su obra más famosa y enigmática. Se trata de un tríptico llamado El Jardín de las de las Delicias que, cerrado, representa el tercer día de la creación, donde se ve a la Tierra dentro de una esfera transparente. Su parte izquierda representa la Creación de Adán y Eva y el Pecado Original, que significó la desobediencia femenina. Hay elementos simbólicos impactantes, como una alucinante Fuente de la Vida, o el Árbol del Bien y del Mal en el que se enrosca la serpiente -que erróneamente se identifica con el Diablo cristiano, cuando es un símbolo de sabiduría-. El Árbol de la Vida, que es un drago canario, especie que no se sabe cuando conoció el autor, que jamás estuvo allí. Algunos animales son desconocidos, inspirados en monstruos medievales. En primer plano existe una entrada a los reinos inferiores por donde asoman algunas criaturas siniestras -otra Puerta del Infierno-.
La tabla central recrea el engañoso mundo como un falso Edén sensual y promiscuo. Arriba, la Fuente de los Cuatro Ríos, quebrada como alegoría de la inconsistencia de la vanidad. En el centro, la Cabalgata de los Deseos, gira alrededor de un lago lleno de mujeres que se bañan desnudas. Debajo, pueden adivinarse prácticas heterosexuales, homosexuales, "placeres solitarios", e incluso sexo con animales. Y a la derecha, las imágenes que turbaban tanto la mente del rey. El infierno es aquí un lugar donde pecados y faltas son castigados de modos delirantes. Destaca un hombre-árbol, un extraño montaje donde aparece un rostro que podría ser tanto el demonio como el propio pintor y el infierno musical, en que diversos instrumentos, como el arpa, torturan a los condenados.
Muchos motivos son de imposible interpretación sin suponer que debió de tener conocimientos ocultos, algo que Felipe II intentaba desentrañar contínuamente, como una clave para conjurar el mal absoluto. En este sentido se pronunció el retratista Domenicus Lampsonius con este ditirambo: "¿Quien fuiste tú, Jerónimo Bosch, que con mirada atónita, descubres pálidos lémures? Volotean cercanos espectros del Erebo salidos del fondo del Tártaro. ¿O fuiste tú mismo al Averno, para poder así pintarlos con tu diestra?". Pues ese cuadro, que el Rey Prudente consiguió a cualquier precio, presidió su habitación en el monasterio y su vida, y sus imágenes le persiguieron hasta el momento de su muerte, en el que quiso tenerlo delante.

La maldición de la Casa de las Aguas.

En la llamada Torre de la Botica, la que mira a poniente, Felipe II mandó instalar la Casa de las Aguas, un espacio destinado a enfermería y laboratorio que sirvió para practicar la alquimia, la espagiria y la destilación.
El primer boticario se llamó Francisco Bonilla, hombre de carácter terriblemente irascible. A Vincenzo Forte se le encargó la construcción de un gran artificio destilador llamado la Torre de Mattiolo. Jean l´Hermite, viajero y cronista, nos da la lista de algunas sustancias empleadas. Algunas nos permiten deducir qué cosas se intentaron obtener: "Azufre, cobre, coral, hierro, oro potable, piedra alumbre, plomo, quintaesencia de vino, tártaro, vitriolo, ajenjos, llantén, láudano, melisa, resina, ruda."
Sabemos que la primera intención real era obtener oro, pero por su mala salud y ante los fracasos, decidió mandar la obtención de las que llamaban quintaesencias, o sea, el principio activo puro de plantas y minerales. Por lo tanto, podemos afirmar que basándose, y en algunos casos dando categoría oficial a viejas prácticas que habíam llevado a hechiceros y brujas ante los tribunales de la inquisición -algunos terminaron en la hoguera-, fueron desarrollando la farmacopea del Siglo de Oro. Ejemplos: el láudano, creado por el alquimista Paracelso, era básicamente opio disuelto en alcohol; la ruda, que es una planta que había sido utilizada popularmente para realizar prácticas abortivas..
Tales actividades eran muy impopulares, tanto entre los religiosos más ortodoxos, como entre las gentes supersticiosas, que veían en ellas manejos poco piadosos. No había duda, sobre todo porque aquella torre era -y es, por situación- la más frecuentemente preferida por los rayos, fueran estos voluntad de Dios, que no aprobaba su existencia, o del demonio, que espectacularmente la adornaba como prueba de su influencia en cuanto allí se hacía.
Cuenta además un "rumor popular" que desde entonces, en las noches tormentosas, en el balcón que comunica aquella Torre maldita con la Galería de Convalecientes, puede verse el fantasma de su primer boticario. Hoy día, curiosamente es uno de los espacios de acceso más limitado de todo el monasterio de El Escorial, por alguna razón que, o no sabe nadie, o nadie quiere contar.

Fuente: Revista Enigmas nº 178

LAS PUERTAS DEL INFIERNO


El Hades.

En la mitología griega, Hades, el invisible, es el dios de los muertos, asimilado a Plutón, el rico -dueño de los tesoros del interior de la Tierra-, que pasaría al mundo romano como Orcus o Dis Pater, incorporando al equivalente etrusco, Aita. Por extensión también se llamaba así al reino de los muertos. El término pasó al mundo cristiano y es citado en diversos lugares del Nuevo Testamento. No queda claro si el término se refiere al infierno o simplemente a la muerte, de la que Lázaro es rescatado. Según la Eneida, el extenso poema de Virgilio, la entrada se encuentra cerca del antro donde la Sibila de Cumas adivina el futuro; "Descendiente de la sangre de los Dioses, Troyano, hijo de Anquises, fácil es la bajada al averno; día y noche está abierta la puerta del negro Dite; pero retroceder y restituirse a las auras de la tierra, esto es arduo o difícil..."
Como vemos, la puerta es un cráter apagado que está entre Miseno y Dicearquia cercano a Cumas, en Campania, llamado averno. El griego Diodoro Sículo dice que allí hay un lago llamado también Aornos -sin pájaros-. En el año 37 a.C. Agripa abrió una conexión entre él y otro lago, el Lucrino, y excavó un túnel hasta la cueva de la Sibila. Este reino de los muertos se divide en un lugar equivalente al cielo cristiano, llamado los Campos Elíseos, y otro al infierno, el Tártaro. Las almas de los muertos debían ir allí navegando por el río Aqueronte -en la barca de Caronte- para ser previamente juzgadas.
Además este río de la pena, había en el Hades o Erebo otros cuatro. Cocito, el de los lamentos; Lete, el del olvido, donde las almas borraban sus recuerdos; Flegetonte, el del fuego; y el Estigia, del odio, frontera entre la vida y el inframundo, presidido este por Hades y su esposa Persefone.
La terna de jueces de las almas estaba formada por Minos, quien juzgaba a los griegos, Eaco, a los europeos, y Radamantis a los asiáticos, consagrados los tres a la diosa Hécate. La virtud, la bondad, y el heroísmo eran premiados, y la maldad e impiedad conducían al Tártaro. Una serie de Daimones ayudaban a estas tareas.
Al igual que Hades, Tártaro es una deidad, y para algunos "algo" infinito del que proceden la luz y el cosmos. En la díada, Zeus le sitúa "tan abajo del Hades como el cielo está de alto sobre la tierra). Un lugar oscuro rodeado de tres capas nocturnas que rodean una cárcel con muros de bronce..., un pozo frío y húmedo en las tinieblas. Junto al Caos, Gea -la Tierra- y Eros, surjen para conformar el universo.
Según la mitología, varios vivos se aventuraron allí y volvieron, Odiseo, Eneas, guíado por la terrible Sibila, Orfeo, Psique y Teseo. Los castigos que se sufren en este lugar son enormemente gráficos. Sísifo, asesino y ladrón, tenía que subir eternamente una roca que luego caía, Isión, que asesinó a su suegro con llamas, fué condenado a girar en una rueda ardiente. Tántalo, que traicionó a los Dioses revelando sus secretos, fué introducido en un recipiente de agua fría que desaparecía cada vez que intentaba veber.


El Rub al´Khali

Este es uno de los lugares más inhóspitos del mundo, su nombre significa el "lugar vacío". Un desierto de arena inmenso que separa Arabia Saudita de los Emiratos Árabes Unidos, por el Este; de Omán, al Sudeste; y de Yemen, al Sur. Tiene unos 650.000 kilómetros cuadrados, y está totalmente deshabitado.
Hoy sabemos que en su seno guarda inmensas bolas de petróleo, por tanto actualmente es un lugar muy rico. Tanto como temido, fue en el pasado cuando ni los beduinos querían pasar por él. Sólo se cruzaban por los bordes las caravanas que llevaban olíbano -francoincienso-, descansando en una ciudad hoy perdida llamada Ubar. Las poblaciones más cercanas están en la región de Narjan, y se dedican a atender las explotaciones petrolíferas.
Un lugar donde la temperatura diurna pasa de los 55 grados, con dunas de más de 300 metros, tenía difícil exploración. Empezó a ser visitado por occidentales en 1931, cuando llegó Bertram Thomas, seguido el año siguiente por John Philpy, Wilfred Theiseger lo cruzó y topografió en parte hacia 1950.
Sus habitantes no humanos son ciertas plantas resistentes en condiciones extremas, ratones, insectos y arañas, pero también algunos otros que forman parte de un mundo legendario.
Y es que este lugar inspiró al escritor fantástico Howard Phillips Lovecraft para crear la biografía fictícia de un árabe loco, Abdul Alhazred, supuesto autor del Necronomicón, un libro maldito lleno de conjuros capaces de despertar y volver al mundo a las fuerzas del submundo que llamó Primitivos. Según su particular mitología éstos acechan desde una zona adimensional del tiempo, amenazando siempre con volver cuando alguien que conozca su secreto realice las invocaciones que contiene.
Alhazred habría escrito el libro tras vivir en solitario durante diez años en este lugar, rodeado de temibles monstruos que le habrían atormentado hasta volverle completamente loco. Por eso a su vuelta afirmaba que allí se encontraban confinados por Dios todos los diablos, conocidos en la cultura árabe como djins -genios- o efrits -tal y como se les denomina en las Mil y Una Noches.
El terrible final que le da Lovecraft, es el de ser devorado por un monstruo invisible que le arrebató en pleno día en las calles de Damasco ante la mirada atónita de cuantos estaban presentes.
Desde luego, un lugar como éste puede inspirar una cosa así, puesto que de todos los sitios terroríficos del mundo, ocupa por derecho propio la cabeza del palmarés de las bocas por las que se "accede" al infierno.

El infierno islámico.

Son siete los nombres de las puertas del infierno musulmán, relacionadas con formas de pecar: An-nar -fuego-, Jahannam -infierno-, Al-jahim- fuego abrasador-, Sai´ir -llama abrasadora-, Saqar -fuego del infierno-, Lasa -fuego crepitante- y Hutama -tormento demoledor-.
Como vemos el lugar en sí mismo sería el Jahannam, sobre el que existen dos opiniones. Para los mu´tazilites, quien muere sin arrepentirse, aunque no sea infiel, sufrirá como aquellos, sin posibilidad de redención. Pero para los ashárites, la forma de salvación es la fe de corazón. En esas condiciones la misericordia divina aceptará que Mahoma interceda por ellos, no siendo castigados.
Según la moral del islam, el arrepentimiento ha de ser universal y repetrise para cada falta, no por miedo, sino por la "ofensa a Dios", y debe suponer la firme intención de no volver a hacerlo, reparar los daños causados y peregrinar a la Meca, viaje que borrará los pecados.
En cuanto a dónde se encuentra su infierno, hay distintas escuelas. Unos lo sitúan en el interior de la Tierra, otros en un lugar del Cielo y otros prefieren no opinar puesto que sólo Dios lo conoce. Una piedra tarda años en llegar hasta el fondo. Evidentemente se trata de metáforas para hacer más gráfico un estado de sufrimiento espiritual. En este sentido hay pocas referencias a lo que los católicos definen como "pena de sentido", o sea, no poder contemplar a Dios, máxima aspiración del alma.
Los sufíes, místicos musulmanes, sí lo hacen cuando afirman que la más grande tortura, incluso en vida, es simplemente no aceptar a Dios íntimamente y abandonarse a él. Así, "la pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado.

Los infiernos de Extremo Oriente.

Para los hinduistas existen ventiún infiernos. En el Bhagavad Guita se establece que los hombres de naturaleza demoníaca serán aniquilados allí. Este tipo de creencias pasaron directamente al budismo, donde fueron reelaboradas.
En el budismo el equivalente al infierno occidental, con diferencias, es el el reino de los Narakas, relacionado con el Di Yu de los chinos.
La principal distinción está en que no existe un juicio y un castigo. Tampoco la estancia es eterna, aunque puede prolongarse mucho tiempo. Renacer en un Naraka depende del karma y su estado evolutivo. Los aspectos negativos tienen que ser purificados en el mundo superior mediante distintas reencarnaciones. En estados concretos puede sentirse gran angustia, soledad y terror. El reino estaría situado en una compleja red de cavernas subterráneas. Existen ocho Narakas helados y otros tantos ardientes.
En el Di Yu chino el rey de este infierno es Yama, y está conformado por una inmensa maraña de mazmorras donde las almas purgan sus culpas terrenales. Pero no sólo es un lugar de castigo, sino también de renovación para poder avanzar y pasar a la siguiente reencarnación. Sería más parecido al concepto de purgatorio cristiano que al clásico que contempla lo infernal como eterno e inexorable.
Según partamos del budismo o del taoísmo, tiene distintos niveles, regidos por los llamados Reyes de Yama, cada uno de los cuales se ocupa de temas concretos, como el asesinato, el adulterio o la avaricia.
En general se considera que una vez expiada la culpa y purificada el alma mediante el arrepentimiento, Meng Poim la "Señora del Olvido" de la mitología china, proporciona la llamada "Bebida del Olvido" y se produce una nueva reencarnación en el mundo con el nuevo espíritu dispuesto a enfrentarse a su karma.

Topónimos referidos al infierno.

Es frecuente encontrarse con denominaciones que hablan de "bocas" o "puertas de los infiernos", ya sea por su espectacularidad o por alguna leyenda que pretende explicar su particular geología. Por ejemplo, cerca de Benidorm, en la costa alicantina, hay una "Patada del Diablo", en el Puig Campana, una impresionante montaña con un corte perfecto, que parece hecho adrede. Pero también los hay formados por agua -señalemos que el lugar mas terrorífico señalado en La Divina Comedia, en un lago de hielo-. En la sierra madrileña, en la carretera que va de Navacerrada a Segovia, por ejemplo, hay uno formado por una serie de peñas por las que salta violentamente el agua del riachuelo que baja hacia Segovia. Otro, por ejemplo está en Portugal, junto al mar, en la carretera de Cascais-Malveira.
Lugares siniestros, que aunque no hayan sido considerados puertas por la mitología popular, son todos aquellos "puentes del diablo", que están distribuidos por la geografía del mundo. Uno por ejemplo en Jaraba, Zaragoza, aunque nadie sabe bien por qué se le llama así.
También a muchos volcanes centroamericanos se les considera puertas a los mundos inferiores, quizá donde moran dioses siniestros de los que ni sabemos el nombre.


Fuente: Revista Enigmas nº 178

SANTUARIOS UNIDOS AL COSMOS


En la actualidad, nuestros astrónomos intentan desentrañar los secretos del Universo con la ayuda de potentísimos telescopios y avanzados satélites espaciales. Sin embargo, a efectos prácticos, nuestra civilización vive ajena a lo que ocurre en el firmamento. La llegada de la electricidad favoreció el "despegue" de una revolución tecnológica pero, a cambio, el desarrollo de las grandes urbes y la contaminación lumínica nos alejaron aún más del hermoso espectáculo que ofrece el cielo nocturno.Un escenario radicalmente distinto al que vivieron la totalidad de las civilizaciones que se desarrollaron en la antigüedad. Los pueblos neolíticos, los antiguos egípcios, mayas, incas, chinos, hindúes... todas aquellas culturas mostraron un inusitado interés por el Cosmos. No en vano, sus creencias religiosas y el desarrollo de su cultura estuvieron, en muchos casos, irremediablemente unidos a los fenómenos astronómicos. Por este motivo no resulta extraño que los sacerdotes de aquellas civilizaciones fueran al mismo tiempo avezados astrónomos, y que sus templos y centros sagrados más importantes fueran erigidos teniendo en cuenta lo que ocurría en el firmamento. Gracias a aquellos complejos conocimientos astronómicos hoy podemos disfrutar de algunas de las construcciones más fascinantes de la historia, en cuyos cimientos, orientación y dimensiones, comenzamos a descubrir un sorprendente simbolismo cósmico.

Koricancha, Cuzco (Perú)

La ciudad de Cuzco, capital del antiguo imperio de los incas, fue desde su fundación una urbe considerada sagrada. Según algunas tradiciones, el propio término de "Cusco" significaría "centro" en lengua qechua, y en ella confluirían los tres niveles cósmicos: el mundo inferior, el mundo visible o terrenal y el mundo superior.
Gracias a los trabajos realizados en los últimos años por investigadores como Brian Bauer o el matemático y arqueoastrónomo Giulio Magli, se ha podido saber que los antiguos incas diseañaron la ciudad en función de ciertas "líneas sagradas" llamadas ceques. Estas líneas, hasta un total de cuarenta y dos, confluían en un punto central donde, curiosamente, los incas construyeron el Koricancha o Templo del Sol, en la actualidad convertido en templo cristiano como convento. Además de confluir en dicho templo, los ceques conectaban también con otros puntos de la geografía local, que eran considerados sagrados por los antiguos habitantes de Cuzco.
Curiosamente, muchos de estos ceques contarían además con otra peculiaridad, pues estarían orientados a la salida del Sol en los solsticios de verano o invierno. Esta peculiar mezcla de elaboración de un paisaje sagrado y orientación astronómica se completaría, según el ya citado Magli, con la recreación en la disposición urbanística de la ciudad de una "constelación" con forma de puma, visible en una parte de la Vía Láctea, porción del firmamento que tenía una gran importancia para los antiguos incas.

Abu Simbel (Egipto)

El templo mayor de Abu Simbel, magistralmente excavado en la roca y con sus esculturas colosales custodiando el acceso al edificio, es hoy uno de los enclaves más visitados por los turistas ávidos de conocer el país de los faraones. Y es precisamente aquí, en este lugar sagrado erigido en la época de Rmsés II, donde encontramos uno de los ejemplos más llamativos y hermosos de edificios orientados astronómicamente. Su particular ubicación ha permitido que, durante siglos, el Sol obrara un curioso fenómeno. El 22 de octubre y el 22 de Febrero -según algunos autores, dos días después de la fecha de aniversario de su llegada al poder y de su cumpleaños, respectivamente-, los rayos del Sol naciente atraviesan el umbral del templo, alcanzando e iluminando tres esculturas, correspondientes a Ra Harajti, Amon-Ra y el propio monarca divinizado. Una cuarta estatua, que representa al dios Ptah, permanece siempre a oscuras, seguramente porque en el panteón egípcio, este dios está vinculado con el inframundo. La importancia de este "milagro solar" obtenido mediante orientación astronómica es tal que, cuando en 1964 el edificio tuvo que trasladarse por las obras de la presa de Asuán, los ingenieros de la UNESCO que dirigían los trabajos escogieron una ubicación concreta en la que se repitiera el efecto lumínico. Esta es la razón de que actualmente el fenómeno se retrase dos días, pues en la época de su costrucción tenía lugar el 20 de octubre y el 20 de febrero.

No es la única sorpresa que posee el templo mayor de Abu Simbel. A la derecha de las colosales estatuas sedentes que representan al faraón, hay una capilla de reducidas dimensiones, dedicada a Ra Harajti. Este pequeño santuario también está orientado astronómicamente, en este caso a la salida del astro rey en el solsticio de invierno.

Pirámide de Kukulkán (México)
La ciudad Maya de Chichén Itzá fue fundada en las primeras décadas de siglo VI d.C. Sus cerca de 15 km2 están poblados con sorprendentes construcciones colo la de El caracol o Templo de los Guerreros. Precisamente, la primera de ellas ha sido señalada por muchos investigadores como un posible edificio destinado a las observaciones y cálculos astronómicos, a los que los mayas eran tan aficionados. Pese a que El Caracol cuenta con una fisionomía que recuerda a nuestros modernos observatorios, no hay evidencias concluyentes de que cumpliera dicha función. Muy distinto es el caso de la pirámide de Kukulkán, bautizada por los conquistadores españoles como "El Castillo". Este templo, construido en el siglo XII, está compuesto por una estructura piramidal de nueve alturas. En sus orígenes, la pirámide fue dedicada al dios Kukulkán. El templo esconde en su forma y dimensiones varias claves astronómicas. Los mayas desarrollaron un calendario de carácter agrícola, compuesto por 18 meses de 20 días cada uno. Esto daba un total de 360 días, a los que se sumaban otros 5, llamados uayeb, considerados nefastos. Las cuatro escalinatas que ascienden hasta el templo superior están formadas por 91 escalones. Multiplicando esta cifra por las 4 escalinatas, obtenemos 364 y si le sumamos la plataforma superior, el resultado es de 365, igual al número de días del calendario Haab.
De forma paralela, los mayas contaban con un segundo calendario de carácter sagrado, llamado Tzolkin, formado por 13 meses de 20 días, que daban un total de 260. Este calendario sagrado se unía al Haab en una rueda calendárica. Esto daba lugar a unas combinaciones de ambos calendarios que se repetían cada 19,980 días -o 52 años-. En cada una de las fachadas de la pirámide, si sumamos los escalones que existen a ambos lados de la escalinata central, obtenemos el número 18, una cifra que coincide con el número de meses del calendario Haab.

En la actualidad, Chichén Itzá sufre una auténtica invasión de visitantes coincidiendo con los equinoccios de primavera y otoño. En esos días, al atardecer, se produce un sorprendente fenómeno que revela la importancia astronómica y simbólica del templo. Cuando el Sol inicia su descenso, parte de las escalinatas del mismo comienzan a proyectar un juego de sombras en el lado norte-nordeste. Éstas adoptan la forma de una especie de serpiente geométrica, que con el paso de las horas va descendiendo por la escalinata, como si el propio dios hubiera hecho acto de presencia, hasta llegar a una cabeza de serpiente emplumada que existe en el arranque de dicha escalinata.

Chankillo (Perú)

Las desconocidas ruinas de Chankillo, en el desierto de la costa de Perú -a 400 km de Lima-, poseen el honor de ser el observatorio solar más antiguo de América, pues sus orígenes se remontan al siglo IV a. C.
Lo más interesante de este yacimiento, sin embargo, se encuentra a 1k de la fortaleza, en dirección este. Allí, en lo alto de una loma de 300m de longitud con una orientación norte-sur, destaca una hilera de 13 torres, separadas entre sí por una distancia de unos 5m. Desde el siglo XIX, distintos autores habían sugerido un posible significado astronómico para aquellas estructuras, pero no se desarrollaron estudios más completos. Fue Ivan Ghezzi, un estudiante de la Universidad de Yale quien, en 2001, decidió profundizar en la cuestión mientras realizaba una tesis sobre construcciones bélicas. Seis años más tarde, en 2007, su trabajo dio sus frutos con la publicación de la revista Science de sus conclusiones y las de sus colegas. Tras realizar distintas mediciones, los arqueólogos descubrieron que las torres están orientadas en función de la salida y la puesta del sol en los solsticios y equinoccios. Tales alineamientos son visibles desde las estructuras ubicadas a ambos lados de la hilera de torres, y en las que se han encontrado restos de utensilios empleados en sacrificios.
Desde el punto de observación situado al oeste era posible contemplar la salida del sol en los solsticios, que coincidía con la primera torre en el solsticio de verano, y con la última en el solsticio de invierno. Desde el punto de observación ubicado al este, por el contrario, era posible contemplar la puesta de sol. Pero además, las torres tenían otro contenido: registrar el movimiento solar a lo largo del año.

Angkor Wat (Camboya)

Más de un millón de turistas visitan cada año los restos de la engimática ciudad de Angkor, en las exuberantes selvas del norte de Camboya. Sin embargo, desde su nacimiento en el siglo IX hasta su "redescubrimiento" más de mil años después por Henri Mouhot, sus increíbles construcciones habían permanecido ocultas a ojos occidentales. La gigantesca ciudad -llegó a tener una superfíce de 3.000 km2- está salpicada por más de mil templos. Sus orígenes están ligados a la cultura del imperio Jemer, y vivió una época esplendorosa hasta el siglo XV, cuando la capital se trasladó a Ponme Penh. Pese a la espeluznante acumulación de edificios religiosos, destaca especialmente el llamado templo de Agkor Wat. Esta costrucción data del siglo XII, y fue erigida por orden del rey Suryavarman II -1113-1150- en honor al dios uindú Vishnú. El llamativo templo posee una planta rectangular, y está separado del terreno circundante por un foso inundado. Para acceder a su interior hay que pasar el puente en su lado oeste, que conduce a una calzada recta que lleva hasta la puerta principal. Básicamente, está compuesto por tres terrazas, cada una más pequeña que la anterior y situada a mayor altura. En la parte central destacan cinco torres.
La visión de este templo resulta espectacular. Sin embargo, sus secretos más fascinantes, astronómicos, no son visibles a simple vista. En primer lugar, Angkor Wat es una evocación en la tierra del monte Meru, centro del universo y residencia de las divinidades de la mitología hindú. Un simbolismo cósmico que adquiere forma con las cinco torres del santuario, que evocan los cinco picos de la montaña sagrada.
En 1976, varios científicos estadounidenses daban a conocer, a través de las páginas de Science, unas conclusiones sorprendentes. Los sacerdotes-astrónomos camboyanos emplearon en la construcción del recinto una medida conocida como "codo camboyano", cuya longitud equivale a 0,4545m. Tras examinar las dimensiones, los investigadores descubrieron que los arquitectos habían codificado en ellas mensajes de naturaleza calendárica. Así, si observamos los muros exteriores, vemos que tienen una longitud de 12 veces 365,24 codos, la duración exacta del año solar. Igualmente, los ejes norte-sur y este-oeste del recinto interior donde se eleva la torre central arrojan una cifra casi idéntica: 365,37 codos. Pero aún hay más. Si medimos la distancia existente entre distintos puntos que aparecen en el recorrido del eje este-oeste del edificio, encontramos varias cifras expresadas en codos: 1728, 1296,864 y 432. Multiplicando por mil cada cifra, obtenemos exactamente la duración en años de los distintos periodos de tiempo de la mitología hindú (las cuatro edades): Krita Yuga, Treta Yuga, Dvapara Yuga y Kali Yuga.

Isla de Pascua (Chile)

Las célebres y enigmáticas estatuaas pétreas de la isla de Pascua podrían estar erigidas siguiendo una llamativa alineación astronómica. Esa es la conclusión a la que han llegado, tras un estudio preliminar, el antropólogo chileno Edmundo Edwards y el astrónomo español Juan Antonio Belmonte, uno de los mayores expertos mundiales en arqueoastrología.
Los dos investigadores estudiaron la disposición de treinta ahus -plataformas sobre las que se colocaban moais- y llegaron a la conclusión de que, pese a lo que se creía hasta ahora, las estatuas no están orientadas a la salida o la puesta de sol durante solsticios o equinoccios -salvo excepciones- sino que más bien podrían estar "mirando"a estrellas de las Pléyades o a la constelación de Orión, conjuntos estelares que tuvieron gran importancia para los antiguos pobladores de Rapa Nui.
Precisamente, la investigación surgió a raíz de que Edwards escuchara a los más ancianos de la isla curiosas historias sobre el cinturón de Orión -llamado tautoru, "los tres bellos"- y las Pléyades -matoriki "pequeños ojos"-. Según las antiguas creencias de la isla, el principio del año estaba marcado por la "salida" de las Pléyades antes del amanaecer durante el solsticio de invierno, mientras su visión en el atardecer durante la estación de Hora Nui coincidía con la temporada de pesca, una época en la que también se celebraban importantes rituales de los antepasados -representados por los moais-.
Además, los investigadores destacaron la existencia de dos curiosas piedras en un rincón de la isla. Una de ellas es conocida como "piedra para observar las estrellas", mientras que la otra parece representar un mapa estelar, que aludiría a las Pléyades en relación con la temporada de pesca. Pese a todo, el astrónomo español señaló que pesto que hay más de un centenar de ahus en la isla, sería necesario un completo estudio de todos ellos para confirmar sus hallazgos preliminares.

Torre de los vientos (Atenas)

Uno de los edificios de planta octogonal más antiguos que se conservan en la llamada Torre de los Vientos, una singular y bella edificación situada en el ágora romana de Atenas, justo a los pies de la Acrópolis. Esta curiosa torre data de mediados del siglo I a. C., y fue construida por el arquitecto macedonio Andronikos de Khyrros. La torre, de unos 12m de altura y 8 de diámetro, está realizada en mármol pentélico, y en cada uno de los lados de su octógono -que están orientados a los puntos cardinales e intermedios- aparecen representadas, una por una, las divinidades griegas de los vientos: Bóreas, Apeliotes, Euro, Noto, Cecias, Lipso, Escirón y Céfiro.
Esta peculiar rosa de los vientos pétrea estaba coronada por una cúpula de madera, rematada con una pequeña escultura de bronce que cumplía las funciones de veleta y que señalaba en todo momento qué viento era el que estaba soplando. Casi todas las fuentes de la época lo citan como un horologion, un sofisticado artefacto destinado a medir el tiempo de distintos modos.
Aún hoy pueden contemplarse en algunos lados, y justo debajo de las representaciones de cada dios del viento, varillas metálicas y surcos grabados en el mármol que servían para calcular la hora y, también, la posición de los planetas. En el interior de la torre existía un complejo reloj de agua mediante el que era posible realizar los cálculos durante la noche y en los días nublados.
Y un detalle significativo: muchos siglos después de su construcción, durante la ocupación turca de Grecia, los melevi o derviches giradores, utilizaron habitualmente el -edificio para llevar a cabo sus sema, danzas-meditación que realizaban dando vueltas sobre si mismos y en torno a la torre, cumpliendo así su búsqueda de la ascensión espiritual.

Petra (Jordania)

Ubicada al sur de los actuales territorios de Palestina y Siria, la cultura natatea -que vivió su mayor desarrollo entre los siglos III a.C. y II d.C.-, no goza hoy de la popularidad de otras civilizaciones mediterráneas de la antigüedad. Y, sin embargo, este pueblo nos legó una de las más hermosas construcciones realizadas jamás por la mano del hombre: la ciudad de Petra, capital del reino nabateo.
Sus templos y monumentos excavados en la roca alcanzaron una gran popularidad tras su aparición en una de las aventuras de Indiana Jones, y hoy son un atractivo destino para millones de turistas. Sin embargo, pocos visitantes conocen sus complejas claves astronómicas. El primer edificio de importancia que recibe al visitante es el "Tesoro" o Al Jazna. Se trata de un monumento excavado en roca rosácea sobre el que todavía se discute si fue la tumba del rey Aretas IV -9 a.C.-40 d.C.-, un templo dedicado a Isis-Al Uzza -una divinidad nabatea-, o ambas cosas. Los estudios realizados por el investigador José Antonio Belmonte revelan que está orientado en dirección al desfiladero de As Siq, y desde su fachada era posible observar una porción celeste donde se producía la salida más septentrional de la luna o el planeta Venus. Continuado el paso en dirección hacia el centro de la ciudad, nos encontramos con las tumbas reales talladas en la cara oeste de la montaña de Yebal al Jubza. Lo más curioso en términos astronómicos, es que dichas tumbas están orientadas de tal forma que desde su ubicación es posible contemplar directamente la puesta de Sol en los equinoccios. Estas fechas tenían una gran importancia para los nabateos, pues el tiempo que coincidía con la primera Luna posterior a los mismos estaba relacionado con el culto a los muertos.
Otro de los elementos arqueoastronómicos se encuentra cerca de las tumbas reales. Se trata de dos obeliscos de unos 6 m de altura, dedicados a las divinidades Dushara y Al Uzza, orientados en función de los equinoccios. Por esta circunstancia, al amanecer y al atardecer de estas fechas, la sombra proyectada por uno de ellos se superpone sobre el otro. El significado de este espectáculo de luz y sombra, tal y como explica Belmonte, es todavía desconocido.

Segeda (Zaragoza)
En 2003, un grupo de arqueólogos que trabajaba en el yacimiento celtibérico de Segeda, en la comarca de Calatayud (Zaragoza), descubrió por casualidad una plataforma formada por dos muros de grandes dimensiones -10 y 16.6m de longitud- construidos por sillares de hasta 500kg. En un primer momento los expertos creyeron que se trataba de una construcción defensiva, pero estudios posteriores parecían indicar que se trataba de otra cosa. Fue el profesor Martín Almagro Gorbea quien, recordando otros yacimientos europeos, decidió probar suerte con la arqueoastronomía. Tras contactar con Manuel Pérez Gutiérrez, profesor de astronomía geodesia de la Universidad de Salamanca, tomaron datos exhaustivos del enclave y, al transportarlos a programas informáticos de simulación astronómica, descubrieron que el ángulo formado por los muros señalaba al cercano cerro de la Atalaya, pero también a la puesta de Sol en el soslticio de verano hacua el año 200 a.C., probable fecha de la construcción. Para confirmar los datos, el equipo se desplazó el 21 de Junio de 2009 hasta el lugar, presenciando in situ el fenómeno. "Fue algo impresionante, un momento mágico", explicó Francisco Burillo, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Zaragoza y director de las excavaciones.
Los científicos determinaron que el enclave podía considerarse "el primer santuario celtíbero identificado y vinculado con una ciudad", lo que lo dotaba de mayor importancia. Con el paso de los meses y la continuación de los estudios, esta consideración no sólo se vio confirmada, sino ampliada. Durante el congreso Internacional de Astronomía Cultural celebrado en Octubre de 2009, Burillo y su equipo presentaron los hallazgos realizados hasta la fecha. "Queríamos confirmar lo que intuíamos, y es que habíamos encontrado algo de lo que no existe paralelo en la antigüedad en el Mediterráneo", explicó Burillo. "Y sí, aunque en la antigüedad hubo construcciones dedicadas al solsticio y al equinoccio, no hay nada como lo que hemos encontrado", añadió. Además de la alineación de la plataforma con el solsticio de verano, fecha en la que el Sol se pone exactamente sobre el cercano cerro de La Atalaya, los arqueólogos han determinado también otras llamativas alineaciones astronómicas. Así, la piedra angular de la construcción está orientada de forma perfecta con la forma del Sol en los equinoccios, lo que se produce sobre otro cerro, el de Valdehornos, y el resto de los muros de la estructura señalan perfectamente al norte geográficp y a la llamada "Parada Mayor" o Ciclo Metónico de la Luna -cada 19 años-, respectivamente. Los arqueólogos consideran que la estructura constituye un "ejemplo único" de calendario LuniSolar, utilizado además con fines religiosos.
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Fuente: Revista Enigmas nº 178

LOS MISTERIOS DE GAUDÍ



"Aún no estoy seguro de haberle concedido el diploma a un loco o a un genio". Con estas palabras se manifestaba Elías Rogent, director de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, al otorgarle la titulación profesional a Gaudí en verano de 1878. Empezaba así la vida "pública" del arquitecto catalán más conocido universalmente, reclamo infalible para el turismo barcelonés y polo de atracción irresistible para estudiosos del arte procedentes de todos los rincones del globo. Con anterioridad a esa licenciatura, las lagunas documentales jalonan los años previos a ese momento de su biografía, sin mencionar flagrantes contradicciones. De entrada, todavía hoy nadie se atreve a afirmar si realmente nació en Reus (Tarragona) o en la vecina localidad de Ruidoms. Lo cierto es que en el acta matrimonial de sus padres, procedentes de un linaje de caldereros, aparecen inconfundibles signos masónicos, del tipo triángulo con su respectivo ojo vigilante, o criaturas mitológicas. Sin embargo, tales manifestaciones no deberían extrañar demasiado, ya que durante la primera mitad del s. XIX, en Reus y sus alrededores germinaron numerosas sociedades secretas. Carbonarios y francmasones se daban la mano, a la vez que otros grupos publicaban abiertamente proclamas a favor de sus ideales. Familias de renombre local, como los Fontseré o los Prim, formaban parte de esta élite social contando con varias generaciones de militantes.


El futuro arquitecto y sus padres mantuvieron estrechos lazos con estas famílias. Por ejemplo, el joven Gaudí compartía pupitre con Eduardo Toda, futuro diplomático y destacado miembro de la masonería provincial. Ambos esbozaron el proyecto de restaurar el cercano monasterio de Poblet durante el horario escolar, manteniendo una sólida amistad que se mantuvo a lo largo de numerosas décadas. Otras fuentes dicen que en aquella etapa padeció fiebres reumáticas que le impidieron participar en actividades deportivas. La enfermedad perfiló su carácter solitario e introvertido, del que algunos destacan su notoria ingenuidad. Sin embargo, su talante observador facilitó el desarrollo en profundidad de una afinidad por la naturaleza que le acompañaría ya para el resto de su existencia. Una tercera versión asegura que desde temprana edad se relacionó con artesanos y escultores afines a la construcción, aprendiendo su lenguaje gremial, heredado de la masonería operativa. Completó esta formación con su tío, quien le inculcó los ruidmentos teóricos y prácticos de los citados colectivos. El entendimiento y respeto mutuo con albañiles y similares a lo largo de su carrera profesional siempre contrastó con la tirantez que presidió sus relaciones entre mecenas y patrocinadores.


Más allá de la veracidad expuesta en los anteriores apuntes, aparece súbitamente en Barcelona hacia 1896 con la seria intención de estudiar arquitectura. A los 17 años, sobrevive trabajando de delineante al servicio de Eduardo y José Fontseré, por aquel entonces "maestros de obras". También atrajo la atención de Elías Rogent, otro notorio librepensador, el cual le introdujo en los secretos de las edificaciones medievales. La bibliografía del francés Eguenio Viollet-Le Duc, afín al esoterismo, selló definitivamente su atracción por el legado del arte gótico

Doble conducta.

La etapa universitaria de Gaudí está caracterizada por los contrastes. Estudiante irregular, sus propuestas atrajeron por igual a partidarios y detractores. Con el título bajo el brazo, se asoció con su colega de carrera Camilo Oliveras (anarquista, para más señas) y planificaron la sede de la Cooperativa Agraria de Mataró (Barcelona) cuyos planos dibuja a escala 1/666. Al mismo tiempo, las buenas relaciones con su paisano Juan Grau, obispo de Astorga (León) le predisponen para edificar inmuebles sacros

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Los biógrafos del arquitecto coinciden en señalar la desordenada personalidad de Gaudí durante el período. Arrogante, obrerista y amante del jolgorio, le gustaba vestir y vivir como un caballero y pasearse en calesa, aunque su vida sentimental dejaba demasiado que desear. Patriota acérrimo, no duda en frecuentar ambientes de corte socialista y conspirador discutiendo de política. Pese a todo, a mediados de 1894, su vida inicia un extraño e inesperado giro hacia el ascetismo.


Mucho se ha especulado al respecto. "Fue un converso, y le dió un sentido cristiano a cada piedra que apilaba" asegura el escritor Oriol Camas. De nuevo hay que repasar las notas biográficas para recordar sus relaciones con los ambientes eclesiásticos, empezando por el obispo Torras y Bages, o el mismísimo poeta y fraile Jacinto Verdaguer (además, exorcista en sus ratos libres). Por otro lado, el estudioso de orígen chino Hou Tech-Chien ofrece una insólita explicación en su tesis doctoral sobre la espiritualidad del arquitecto: Gaudí experimentó la iluminación tan común del budismo Zen. "Fue un filósofo que expresó sus ideas a través de la arquitectura como metáfora", escribió. "Tuvo su veta filosófica, pero nunca estudió filosofía, sino que se guió por la intuición. Sucede lo mismo en el Taoísmo". Para plasmar tan alta meta resultó providencial el mecenazgo del aristócrata Eusebio Güell Bacigalupi, nacionalista militante y animador de varios grupos librepensadores. Oficialmente se sabe que ambos se conocieron en 1878, pero se ignoran las circunstancias que propiciaron el encuentro. La antropóloga Carmen Güell, en una obra acerca de su abuelo, destaca que les unió la mera casualidad, sin entrar en detalles más clarificadores. De su asociación surgieron construcciones francamente insólitas, sobresaliendo el enigmático Parque Güell, o el palacio que este noble ordenó levantar en las Ramblas barcelonesas, sobre terrenos considerados "malditos". Para los amantes de la geometría esotérica, indicarles que dicho parque y la finca Güell junto al monumento de Buenaventura Aribau, conforman un triángulo equilátero. La efigie, repleta de simbología masónica, forma parte de un entorno ideado por los ya citados hermanos Fontseré donde Gaudí participó a su servicio con diseños secundarios, aunque innovadores, empezando por una cisterna subterránea.
A su vez, el palacio Güell está unido al templo de la Sagrada Familia por una línea recta que atraviesa el Hospital de San Pablo. Y la Sagrada Família, además, enlaza con una segunda línea recta que discurre por el Parque Güell, pasando por el templo del Tibidabo, para acabar en el arzobispado de Astorga, todas ellas obras diseñadas por Gaudí. Todavía hoy se discute a qué obedecieron las referidas alineaciones.

Interrogantes sin respuesta.

Sea como fuere, existen puntos de discusión bastante inquietantes, para empezar, su verdadera relación con la masonería. Una guía aparecinda en 1895, que recogía las actividades de las logias de la capital catalana, incluye una relación de los 8.000 miembros activos y 8.000 "durmientes" que las integraban. Junto a los nombres de diversos personajes ilustres, el del arquitecto brilla justamente por su ausencia.Cualquier referencia que hubiese permitido solucionar la cuestión se perdió en el incendio "casual" de sus archivos, depositados en el templo expiatorio de la Sagrada Família en junio de 1936. Escasos días antes, un segundo incendio "fortuito" acababa con sus pertenencias almacenadas en el Parque Güell. Un descenlace semejante puede afirmarse respecto a sus obras, pues pocas llegaron a completarse en vida del arquitecto.


Un ejemplo típico lo aporta el ya referido Parque, su mayor muestra ocultitsta recargada con la habitual parafernalia simbólica. Esta propuesta de urbanización residencial iniciado en 1902, fracasó a causa de su lejanía respeto al centro urbano. La tesis de Joan Bassagoda Nonell, director de la cátedra Gaudí, sostiene que la representación del monstruo Pitón, con aspecto de salamandra, junto a otros elementos simbólicos, esconde un atanor u horno alquimista.


Además de los 33 peldaños masónicos para alcanzar el primer promontorio, y las 21 columnas que lo sostienen (coincidentes con los 21 Arcanos Mayores del Tarot), las onduladas líneas de los bancos laterales sugieren la estructura ADN cuando se superponen. O al menos, así lo interpretó el arquitecto Ricardo Bofill en una conferencia pronunciada en la Ciudad Condal a finales de 1968. Similar destino sufrió la Cripta Güell, mausoleo cuya construcción quedó interrumpida en 1917 tras el óbito del mecenas. Cuando no se fue su irascible carácter el que dio al traste con importantes proyectos, como el Palacio Episcopal de Astorga, la muerte se encargó de interrumpirlos. Un tranvía le arrolló en verano de 1926, falleciendo en la sala para indigentes del Hospital de San Pablo. Su aspecto descuidado impidió identificarle hasta que fue demasiado tarde. "La originalidad es el retorno a los orígenes" solía declarar crípticamente. Tal vez ese fuera su mensaje para la posteridad.

SÍMBOLOS MASÓNICOS EN GAUDÍ

En la obra de Gaudí se hallan innumerables ejemplos de simbología esotérica relacionada con la masonería, la alquimia y el hermetismo. Éstos son sólo algunos de los más destacados:

Horno de fusión o Athanor


El horno de fusión o atanor es el instrumento más característico de un laboratorio alquímico. En el Parc Güell, sobre la escalinata de la entrada, nos encontramos con una estructura en forma de trípode que en su interior contiene una piedra sin desbastar, en bruto, perpetuamente mojada por un pequeño surtidor. Este elemento representa la estructura básica de un horno de fusión alquimista y es una copia del modelo que aparece en un medallón del pórtico principal de la catedral de Notre-Dame de París. Básicamente, el atanor consta de una envoltura exterior compuesta de ladrillos refractarios o cemento. Su interior está lleno de cenizas que envuelven el "huevo filosófico", la esfera de vidrio en cuyo interior se halla la materia prima o piedra sin desbastar. Un fuego situado en la parte interior es el encargado de calentar el huevo, pero no directamente, ya que es difuminado por las cenizas. La alquímia, además de una técnica espiritual o forma de mística, se basaba también en el trabajo sobre minerales y operaciones físicas concretas y se caracterizaba por la equivalencia o paralelismo entre las operaciones del laboratorio y las experiencias del alquimista en su propio cuerpo. De esta manera, el atanor representaba la reproducción del cuerpo, el azufre era el alma, el mercurio era el espíritu, el sol el corazón y el fuego la sangre.


Las etimologías de la palabra atanor son dos: por un lado derivaría del árabe "attannûr", horno y por otro procedería de la palabra griega "thanatos", muerte, la cual, precedida de la partícula "a", expresaría el significado "no muerte", es decir, vida eterna, etc.
Los tres grados de perfección de la materia.


Aquí hacemos referencia a la piedra en bruto que se encuentra en el interior del atanor. La piedra sin desbastar representa el primer grado de perfección de la materia, el segundo grado viene representado por la piedra desbastada en forma de cubo, y en tercer lugar un cubo acabado en punta, es decir, con una pirámide superpuesta. En la simbología masónica estas tres formas representan también las tres posiciones que se pueden ir asumiendo dentro de la Logia: aprendiz, compañero y maestro; tal como eran los grados tradicionales de las hermandades obreras medievales. Gaudí plasmó en la torre Bellesguard, también conocida como Casa Figueras, todo este simbolismo. La estructura del edificio, situado al pie de la sierra de Collserola y construido con piedra y ladrillo, está formada por un cubo coronado por una pirámide truncada. La orden de los francmasones dice que "cada hombre debe tallar su piedra". Y es que esa piedra será tanto la piedra angular del templo como la piedra angular de la personalidad del masón. El trabajo ulterior de perfeccionamiento consistirá en superponer una pirámide al cubo.

La cruz en seis direcciones.

Este elemento que se halla en la mayoría de proyectos y construcciones gaudinianas como una manera de obsesión, es una representación de un principio arraigado a sus creencias pero situado, al menos formalmente, dentro del campo de la Iglesia. Gaudí utilizó dos técnicas para realizar las cruces en seis direcciones: -La primera la podemos encontrar en el colegio de Santa Teresa de Barcelona y es un desarrollo evidente de la piedra cúbica; se trata de la proyección espacial de la piedra cúbica. - En el Turú de las Menas del Park Güell figuran tres cruces que no son más que dos taus a las que se han superpuesto sendos cubos coronados por sus correspondientes pirámides. Estas taus indican las direcciones norte-sur y este-oeste y entrelazadas, nos indican los cuatro puntos cardinales. La tercera cruz, por su parte, es una flecha que indica una dirección ascendente. Inicial de la palabra tierra, la tau es un símbolo de origen remoto que aparece en monumentos megalíticos de las islas Baleares en forma de taules (un pedestal sosteniendo una superficie pétrea). Dentro de la francmasonería, la tau tiene un simbolismo preciso. Por una parte, representaría a Matusael, el hijo de Caín que crearía este símbolo para reconocer a sus descendientes y, por otro, sería el signo de reconocimiento que realizaría el oficiante con la mano derecha en la ceremonia de acceso al grado de Maestro.

La x.

Tiene una gran importancia en el simbolismo masónico. Este símbolo se encuentra en las bóvedas de la cripta de la Colonia Güell, donde está repetido hasta trece veces, y también en el pórtico del Nacimiento de la Sagrada Familia, en la cruz que corona el Árbol de la Vida, que muestra una descomunal X. Este símbolo se realiza sobre la base de un hexágono regular y éste forma el perímetro interior de dos triángulos equiláteros entrelazados, los cuales formarían la estrella de David, que sería la notación alquímica de los cuatro elementos básicos. El hexágono es una forma muy repetida en la obra de Gaudí, del cual incluso se puede extraer un cubo volumétrico si dividimos el hexágono en tres rombos. Cabe recordar que la X, además, es la notación alquímica del Crisol, un instrumento necesario para la obra hermética. Asimismo, la X también está relacionada por tradición con el apóstol Andrés, crucificado sobre esa forma.

El Pelícano.

Este animal, en otro tiempo símbolo de Cristo, lo podemos encontrar en el Museo de la Sagrada Familia y estaba destinado al Pórtico del Nacimiento. Una de las versiones más conocidas sobre la figura del pelícano es la que habla de que sentía un amor tan fuerte por sus hijos que, en el caso de pasar hambre, se abría el vientre con su propio pico para alimentarlos. Otra versión dice que, irritado porque sus crías le golpeaban con las alas, las mataba y luego, arreprentido, se suicidaba clavándose el pico en el vientre. En una última versión del tema se descarta el suicidio y que se clave el pico en el vientre y se habla de que sus lágrimas resucitan a sus crias muertas. El grado 18 de la orden de los francmasones, denominado "grado Rosacruz", tiene como símbolo al pelícano en actitud de abrirse el vientre y rodeado de sus hijos; sobre su cabeza hay una cruz con una rosa roja incisa y la leyenda I.N.R.I. El pelícano representa la chispa divina latente que anida en el hombre, su sangre es vehículo de vida y resurrección y su color es blanco, simbolizando la superación de la primera fase de la obra alquímica. La tercera fase supone pasar a través de la experiencia del rojo, que queda plasmada en la explosión de una gran rosa roja en el centro del pecho.

La Salamandra, la Serpiente y las llamas.

Del círculo situado en la escalinata de entrada al Park Güell se ha hecho una interpretación patriótico-nacionalista, pero no existe ninguna razón por la que Gaudí tuviera que hacer una demostración pública de una cosa secundaria en su jerarquía de aspiraciones y convicciones. Por esta razón, cabe hacer una interpretación hermética de la simbología de este elemento, que es la única integradora de todo el conjunto: una cabeza de serpiente situada en el centro de un gran disco, envuelta en llamas y éstas de agua. Los hermetistas eran conocidos como "filósofos por el fuego" y su obra se basaba en ordenar el caos; como al principio de los tiempos la ruina y el mal se extendieron por el mundo por obra de la serpiente, para ordenar ese caos es necesario quemarla. Así, el círculo simboliza el caos, la oriflama es la llama que contiene el azufre y la serpiente es el espíritu mercurial.

El Lagarto.

Es el animal que baja desde el atanor hasta el disco descrito anteriormente y que se ha interpretado como una salamandra, una iguana, incluso un cocodrilo, pero su característica más importante es su dorso sinuoso. Se trata de una imagen estática que sugiere una sensación de movimiento muy acusada, una nueva representación del mercurio originario, una reiteración de las funciones del atanor, es decir, obrar la separación, decantar las partes fijas del mineral de las volátiles. Las escalinatas del Park Güell se nos presentan así como un paradigma hermético que contiene los principios de la obra y no en vano son muchos los textos alquímicos que insisten que toda la obra se realiza a través del mercurio.

El árbol seco y el árbol de la vida.

El amor de Gaudí por la naturaleza estuvo siempre presente en toda su obra. Sus construcciones están llenas de elementos ornamentales que hacen referencia al reino vegetal. El simbolismo alquímico está repleto de imágenes relacionadas con la agricultura y el reino vegetal. El Árbol Seco representa el símbolo de los metales reducidos de sus minerales y fundidos; la temperatura del horno les ha hecho perder vida y, por lo tanto, deben ser vivificados. En el Árbol Seco siempre existe una chispa de vida, aquella que puede hacer posible su resurrección; de hecho, siempre pueden verse en él algunas hojas que indican la posibilidad de que reverdezca de nuevo. La imagen del Árbol Seco fue colocada por Gaudí en sus obras capitales, representando una naturaleza vegetal petrificada que mantiene, sin embargo, un foco de vida. Muchas de estas imágenes se hallan en el Park Güell. El Árbol de la Vida, como bien indica su nombre, es el árbol inmortal, el símbolo de la vida eterna. La representación iconográfica más reiterativa de esta clase de árbol es el ciprés. El arquitecto catalán lo sitúa en el centro del pórtico del Nacimiento de la Sagrada Familia, rodeado de palomas blancas, que a su vez, simbolizan las almas renovadas que ascienden hacia el cielo.

El Dragón Igneo y el Laberinto.

La imagen del dragón es una constante en la obra de Gaudí. Ciertamente, es una imagen que asociamos de forma inmediata a la leyenda de Sant Jordi, patrón de Cataluña, pero, a diferencia de otros arquitectos modernistas, Gaudí lo representa siempre de forma solitaria. El dragón situado en la verja de los pabellones Güell está inspirado en "La Atlántida" de Verdaguer; se trata de un dragón encadenado que custodia el acceso al jardín de las Hespérides. El dragón está ligado al simbolismo de la serpiente, no es otra cosa que una serpiente con alas que arroja llamas por la boca o la nariz. Los rosacruces introdujeron imágenes de caballeros que clavaban sus lanzas en dragones furiosos. Al analizar las características míticas de este animal, su ardor ígneo aparece como la representación de nuestros instintos más incontrolables. Vencer esta fuerza, dominar nuestro espíritu, supone la posibilidad de penetrar en los dominios del Ser.

LA SAGRADA FAMILIA

Han pasado casi 130 años desde que se empezó a construir la que muchos conocen como “la catedral de los pobres” –ya que desde su comienzo en el año1882, se ha financiado gracias a las aportaciones de particulares-. La gran mayoría de visitantes quedan embelesados por sus poderosas agujas, que se alzan orgullosas y desafiantes al cielo, como deseando acaricicar las virginales nubes. Sin embargo, son pocos los que sben que la última gran catedral europea, obra máxima y póstuma del místico, hermético y sobrio arquitecto Antoni Gaudí, a la que dedicó 40 años de su vida, es una gigantesca enciclopedia esotérica, aunque la mayoría de las veces la gente no sepa observarlo.


El primer investigador que trató a Gaudí no sólo como un gran arquitecto, sino como una persona iniciada en el mundo del esoterismo sagrado, fue el escritor y politólogo Joan Llarch, cuando estaba éste preparando su libro Gaudí, biografía mágica (Plaza y Janés). Llarch nos presenta un Gaudí místico, iniciado en alquimia, la simbología hermética medieval, la astrología y emparentado en ocasiones con los últimos grupos gremiales de origen medieval que posiblemente perviven todavía hoy, casi ocultos en tierras francesas. Gaudí parecía estar dotado de unos profundos conocimientos en geobiología y fuerzas telúricas, ya que escogió –o mejor dicho, aceptó- aquel lugar para edificar su obra maestra, pues creía que uno de los tres dólmenes prehistóricos que se sospecha tuvo Barcelona estuvo situado donde hoy se levanta la cripta del templo. Sobre esto último hay serias dudas, pues parece ser más que seguro que quien escogió exactamente el lugar fue un oscuro personaje, a medio camino entre el ilustrado coleccionista –además de editor- de libros raros y antiguos y el rico mecenas oculto, de nombre Josep María Bocabella, amigo personal de otro personaje emblemático de la mística catalana, y llevado luego a los altares, Antonio María Claret. Incluso está probado y documentado que la primera piedra de la cripta fue colocada por Francisco del Villar –gran amante e investigador del estilo gótico-, pero éste, por razones no muy claras, posiblemente debido a problemas con J.Martorell, representante de Bocabella, dejó su puesto para pasar a ocuparlo el joven y entusiasta Gaudí, que hizo algunos cambios en la estructura de la cripta, pero respetando las principales líneas de su antecesor, el cual tenía previsto desde un principio construir un gran edificio gótico, al más puro estilo esotérico y hermético medieval.


La Sagrada Família se puede visitar de dos maneras: como simple turista que, armado de una cámara de fotos o vídeo, recorre el conjuntp arquitectónico escuchando lo que el guía “oficial” le cuenta, o con los “ojos y la mente abiertos”, como decía Llarch, a la otra realidad. Buscando en cada columna, rincón, grabado, campanario y escultura, la parte, el símbolo, el mensaje lítico pero trascendental que muy posiblemente Gaudí quiso transmitir a quien supiera leer y conociera el milenario “lenguaje de los pájaros”.


Absolutamente nada en su construcción deja de contener un sentido hermético y esotérico. Sin ir más lejos, cuando el edificio esté totalmente terminado tendrá doce agujas. Dicha cifra, según Llarch y también Utset Cortés, escritor especialista en temas religioso-esotéricos, no se debe precisamente al piadoso número de apóstoles, sino a cada uno de los signos zodiacales.
Encontramos repartidos por todo el edificio muchos otros símbolos astrológicos que Gaudí nos legó en su obra y que la gente no sabe o no puede observar por desconocimiento. Un claro ejemplo lo encontramos en el pórtico del Nacimiento, donde se puede apreciar un toro con sus facciones ornadas con una serie de estrellas, posiblemente la constelación de Tauro, y muy cerca está Aries, y algo más alejados pero en la misma parte de la estructura, se hallan Virgo, Leo, Géminis y Cáncer. Según la teoría astronómica de Llarch, dichos símbolos representan exactamente la relación entre el solsticio de verano y el de invierno. Al visitar dicho enclave deberíamos hacer el recorrido con los ojos bien abiertos y la mente liberada de prejuicios y fijaciones ortodoxas para poner atención en dos esculturas que aunque fueron oficialmente cristianizadas para el gran público, nos atreveríamos a decir que, a priori, guardan todo el conocimiento alquímico que Gaudí dominaba. Nos estamos refiriendo a la insinuante serpiente que parece surgir de dos figuras parecen representar a Jesús y el apóstol traidor Judas Iscariote. La otra es el gallo que, desafiante y orgulloso, da la bienvenida tanto a los fieles como a los turistas o “buscadores” que entran en el templo, y que, en cambio, por lo general, no parecen prestarle atención. Lógicamente, para el catolicismo convencional, el primer símbolo representa sencillamente al reptil que pícaramente engañó a Eva en el Paraíso Terrenal, y el gallo a las “negaciones” del polémico apóstol y primer pontífice San Pedro. Sin embargo, para los seguidores y conocedores del hermetismo y la alquimia queda claro que el gallo es específicamente un símbolo solar, que representa el Alma y el Azufre, mientras que la serpiente es el símbolo del Mercurio, fluido como el agua, y que serpentea sabiamente como este reptil. Un animal lleno de simbología, ya que también está vinculado en diversas culturas de todo el planeta con las energías telúricas que corren por debajo de muchos de los grandes monumentos sagrados, una constante en diversos lugares del templo, y así, desde el exterior que da a la transitada calle Provenza, podemos observar cómo en sus muros, grandes sierpes nos contemplan y parecen querer indicarnos o convencernos de que los fluidos energéticos de nuestro planeta, los mismos que existen debajo del impresionante templo, ascienden por las pétreas agujas de la gran catedral, para fundirse con las energías celestes o cósmicas, confirmando la famosa y hermética máxima de “arriba como abajo” de la Tabla Esmeralda.


Al recorrer el exterior del templo observaremos una ingente cantidad de símbolos que en pleno siglo XXI pueden parecer ajenos a un templo moderno: Salamandras –Azufre-, tortugas –primera materia de la Gran Obra-, sapos –sal común reducida a aceite-, caracolas –el número de Dios o Áureo-, espirales –el orígen primigenio-… parecen ascender y descender en el pétreo silencio por sus muros, recordándonos la abundante simbología hermética que hay grabada o esculpida en los grandes templos góticos. Los cuales en muchos casos siguen guardando para el gran público el secreto de su mensaje.


Pocos son los que saben que el hermético arquitecto de la Sagrada Familia fue en su juventid un gran admirador de Violet-le-Duc, quien destacó por reafirmar la naturaleza estructuralmente orgánica del gótico y pertenecer así mismo a diversas sociedades secretas. Fue este artista galo, sin duda uno de los últimos grandes arquitectos iniciados, el postrer gran conocedor del verdadero misterio gótico, el restaurador junto al francmasón Jaques Félix Dubán, de una parte de la catedral parisina de Notre-Dame, además de un entusiasta estudioso de los secretos del Temple.


Muy posiblemente fue de dichos trabajos de donde Gaudí extrajo parte de la simbología que reina por todas partes en la Sagrada Familia. También creemos que de sus estudios basados en las fuentes escritas de Violet-le-Duc, proviene esa afición tan propia por decorar algunos de sus principales monumentos medievales que nos recuerdan a los caballeros templarios, los cuales nos dan la bienvenida en la misma entrada al templo expiatorio, donde figuras de caballeros a pie y a caballo montan disciplinada guardia en la puerta principal. Este aspecto es repetitivo, ya que algo muy parecido sucede en pleno Paseo de Gracia, donde desde lo alto del también edificio gaudiniano de la pedrera –Casa Milá-, sus caballeros observan con mirada enigmática a los miles de paseantes, callados pero siempre alerta, como celosos centinelas cubiertos en sus yelmos y corazas.


En los cultos mistéricos de la antigüedad, existía una muerte simbólica y una resurrección, y nuestro arquitecto deja esta simbología esculpida en la piedra, concretamente en dos de los pórticos. Para muchos iniciados, y Gaudí lo era, la línea recta simboliza al hombre, mientras que la curva es el reflejo de Dios, por lo cual el artista dejó el pórtico de la Pasión, bien marcado por las aristas rectas y cortantes, y contrariamente el pórtico del nacimiento está dominado sin duda por la curva. Uno de los mayores misterios de este templo es su célebre cuadrado mágico. Si lo examinamos atentamente, comprobaremos que la suma de las cifras contenidas en sus columnas, en sis filas y en sus dos diagonales, nos dará siempre la cifra de 33. Si, a su vez, dividimos el cuadrado en cuatro cuadrados menores, la cifra vuelve a ser de 33, y la suma de los números situados en los vértices del cuadrado, igualmente repite el número. Lógicamente, la iglesia y los fieles más conservadores aseguran que se trata de la edad de Cristo al morir en la cruz, pero otros, los menos y más heterodoxos, verán que coincide exactamente con los 33 grados de la masonería, y no será ésta la única relación del templo con dicho movimiento, pues en otras partes podemos observar triángulos o una escuadra, clarísimos símbolos masónicos y de marcada incomodidad para la iglesia.


La cripta parece una inmensa fábrica de espiritualidad y misticismo. En su interior todo es piedra y silencio. Parece que ni el más ligero ruido se atreve a despertar de su sueño eterno al gran arquitecto que allí reposa. Las impresionantes fuerzas telúricas del recinto subterráneo parecen fluir por sus paredes. Quizá en lo más hondo de la cripta, bajo su pavimento, se esconda todavía a Gaudí o a alguien antes que él, que aquel lugar, cruzado por las serpientes telúricas de la Madre Tierra, era el enclave perfecto para levantar el templo. Podemos asegurar que no se siente la misma sensacióm al visitar el inmenso edificio como simple turista a cómo se puede sentir si vamos tranquilamente intentando descifrar poco a poco, uno por uno, los arcanos símbolos, las señales, los mensajes, los “guiños” que Gaudí dejó en las ya centenarias piedras, como el más perfecto ejemplo de la que sin duda es y será la última gran catedral hermética erigida en el mundo. Dudo mucho que el actual pontífice, sepa o quiera reconocer que bendiciendo oficialmente la Sagrada Familia está santificando un lugar de poder que contiene algunos mensajes que muy poco tienen que ver con la visión ortodoxa de la iglesia católica.

Fuentes: Año Cero nº 168 / Revista Enigmas nº 179

LAS CARTAS DE ISAAC NEWTON AL DOCTOR BENTLEY




Tanto Galileo en Italia, como Descartes y Gassendi en Francia, se propusieron no un rompimiento, sino una suerte de entendimiento o compromiso entre la ciencia naciente y la tradición y tutela intelectual religiosa. Por desgracia, en aquellos países tal entendimiento no llegó a cristalizar, y lo que pudo haber sido una relación armónica entre la ciencia y la religión se transformó, ya en 1616 (fecha de la prohibición del copernicanismo por la inquisición romana), en un conflicto abierto.
Incluso durante el siglo XV el cardenal Nicolás de Cusa pudo defender, de palabra y por escrito, una cosmología infinitista de orígen neoplatónico, sin ser criticado ni perseguido por la iglesia, a pesar de que aquella se encontraba en manifiesto desacuerdo con las escrituras.
A partir del Concilio de Trento, que representó una reafirmación del aristotelismo en lo científico, y del literalismo bíblico en lo religioso, la actitud de la iglesia se tornará mas conservadora y adoptará una conducta represiva hacia cualquier manifestación, supuesta o real, de disidencia intelectual.

En la Inglaterra de Newton, sin embargo, el desarrollo de la ciencia no conducirá a un choque con la religión, como el que se dió en los países sometidos al control intelectual de la Contrarreforma. La explicación de esto parece encontrarse tanto en la propia actitud de la iglesia protestante hacia la ciencia en el siglo XVII, como en el hecho de que los científicos ingleses se las arreglaron para conciliar la filosofía de la naturaleza subyaciente en la ciencia triunfante, es decir, el mecanicismo o filosofía cropuscular, con los principios de la teología dominantes en la sociedad del período de la Restauración.
Estos hechos aportan algunos de los antecedentes a partir de los cuales pueden explicarse los esfuerzos de Robert Boyle, Richard Bentley, Samuel Clarke y de tantos otros científicos teólogos ingleses, por combatir públicamente el ateísmo y el materialismo con los argumentos de la teología natural.
Recaería sobre Richard Bentley, Master del Trinity College, Universidad de Cambridge, y posteriormente Doctor en Teología, quien entonces tenía sólo 30 años de edad, la responsabilidad de hacerse cargo de los ocho discursos siguientes:

1-La locura del ateísmo y el deísmo incluso con respecto a la vida presente.
2-La materia y su movimiento no pueden pensar.
3,4,5-Refutación del ateísmo a partir de la estructura del cuerpo humano.
6,7,8- Una refutación del ateísmo a partir del origen y estructura del mundo.

Es en la preparación de estos últimos discursos que Bentley, quien se había propuesto emplear la ciencia newtoniana con fines apologéticos, pero que no sabía suficientes matemáticas como para entender las complejas formulaciones de los Principia, se verá obligado a solicitar la ayuda de Newton. Por desgracia para los estudiosos, a excepción de una (la tercera), no se han encontrado las cartas que Bentley escribiera a Newton, de modo que el contenido de éstas sólo puede reconstruirse aproximadamente a partir de las respuestas dadas por el gran físico y matemático. Con la ayuda del siempre informativo Koyré, las principales preguntas que Bentley le planteó a Newton habrían sido las siguientes:

1-Si acaso el sistema Solar pudo haberse formado (a partir de una distribución uniforme del espacio), como efecto de la acción de puras causas naturales;y si una vez Dios creó los planetas, los movimientos de éstos pudieron haberse originado en la acción de la pura gravitación.

2-Al crear Dios los planetas a cierta distancia del Sol ¿no habrá podido darles sus movimientos orbitales mediante puras causas naturales?; es decir, imprimirles tanto un movimiento gravitacional hacia el Sol, como un impulso transversal calculado para hacerlos rotar en torno a éste.

3-¿Pudieron los planetas haber adquirido progresivamente sus velocidades respectivas por la sola acción de sus pesos, en vez de haberlas adquirido de modo instantáneo por la acción de Dios?

4-Si se supone que se formaron en alguna región distante y más alta que el Sol, ¿Cómo pudieron los planetas adquirir sus movimientos transversales sin un poder divino que los imprimiera?Irán adquiriendo una importancia cada vez mayor las formulaciones y conceptos metafísicos recibidos del teísmo Newtoniano y de las influencias de Isaac Barrow, Henry More y otros platónicos de Cambridge, hasta el extremo de que en el Scholium general a la segunda edición de los Principia (1713) el gran físico y matemático declara que:

Si Dios redujo a orden el sistema del Sol y los planetas, las causas finales tendrán un lugar en la filosofía natural, y será legítimo investigar con qué fin fue fundado el mundo, con qué fin fueron formadas las extremidades de los animales, y por medio de qué sabiduría tienen ellas un orden tan elegante.

El estudio circunstanciado de la naturaleza exige una suerte de suspensión momentánea de la creencia en Dios, por lo menos en lo que se refiere a las causas inmediatas de los fenómenos, de lo contrario Dios se transforma en lo que Spinoza llama el “asilo de la ignorancia”, es decir, en un recurso prematuro a la explicación metafísica allí donde se desconocen las causas físicas. Es en este contexto donde las cartas de Newton cobran su verdadero significado, revelando un Newton para el que prácticamente ha desaparecido el límite entre ciencia y religión, al producirse en su pensamiento maduro una verdadera fusión de los intereses científicos y religiosos. Como puede verse, hay una diferencia entre los propósitos, comunes a todos los científicos-creyentes, de “complementar” la ciencia con la religión y proponerse una fusión de ambas.

Aunque no ofrecemos aquí un comentario detallado de estas cartas, queremos al menos destacar brevemente algunos de sus puntos más importantes. A lo largo de ellas Newton emplea una serie de argumentos para probar una intervención divina inmediata en la formación de nuestro Sistema Solar, la idea de que su complejidad, organización, armonía y estabilidad no podrían ser el resultado de puras causas naturales ciegas. Pues al concebir la formación del sistema Solar como un acontecimiento único que habría tenido lugar en el momento mismo de la creación, y no como un proceso evolutivo a través del tiempo (tal como lo planteaba la hipótesis cartesiana de la formación del sistema planetario que él rechaza categóricamente desde su primera carta), no le quedaba a Newton otra salida que echar mano de la intervención de una deidad.

Newton es cortante en su advertencia a Bentley en el sentido de que no le atribuya a él la idea de que la gravedad sería inherente a la materia, pues su posición teísta lo hacía rechazar cualquier posible asociación con la concepción epicúrea (que postulaba la gravedad como una propiedad esenecial de los átomos), es decir, rechazaba ser identificado con aquellos que consideraba sus enemigos declarados: los materialistas y ateos de formación epicúrea, (si bien el propio Epicuro afirmaba la existencia de un alma formada por átomos sutiles) cartesiana o hobbesiana.En la misma carta encontramos la conclusión de que “la gravedad puede ser causada por un agente que actúa constantemente de acuerdo con ciertas leyes; pero determinar si este agente es material o inmaterial lo he dejado a la consideración de los lectores. Esta afirmación ha hecho creer a algunos historiadores de la ciencia moderna (Casini entre otros) que Newton sostenía una posición no categórica acerca de este punto, pero en realidad esto no era así, tal como lo revela el contenido del propio Scholium general a los Principia, donde aquel “agente” aparece descrito como si tuviera propiedades inequívocamente espirituales. Esto no es una cuestión menor, porque como lo han demostrado los estudios de Burtt, Cohen y Hall, Dios cumple un papel determinante en la física y la cosmología newtonianas, lo que se muestra no sólo en su concepción del tiempo y el espacio absolutos, sino también en la gravitación y del “Sensorium”.


Fragmento de “Principios matemáticos de la Filosofía Natural” (Escolio). Por Isaac Newton:

“Los seis planetas primarios giran en torno al Sol en círculos concéntricos, con movimientos dirigidos hacia las mismas partes y casi en el mismo plano. Las lunas giran en torno a sus respectivos planetas en círculos concéntricos, con la misma dirección de movimiento y casi en los planos de las órbitas de esos planetas. Pero no debe suponerse que simples causas mecánicas podrían dar nacimiento a tantos movimientos regulares, puesto que los cometas vagan libremente por todas las partes de los cielos en órbitas muy excéntricas. Debido a ese tipo de movimiento, los cometas transitan muy veloz y fácilmente a través de los cielos en órbitas muy excéntricas. Debido a ese tipo de movimiento, los cometas transitan muy veloz y fácilmente a través de los orbes de los planetas; y en sus afelios, donde se mueven con la máxima lentitud y se detienen el máximo tiempo, se alejan unos de otros hasta las mayores distancias, sufriendo así una perturbación mínima proveniente del Sol, los planetas y los cometas sólo puede originarse en el consejo y dominio de un ente inteligente. Y si las estrellas fijas son centros de otros sistemas similares, creados por un sabio consejo análogo, los cuerpos celestes deberán estar todos sujetos al dominio de Uno, especialmente porque la luz de las estrellas fijas es de la misma naturaleza que la luz solar, y desde cada sistema pasa a todos los otros. Y para que los sistemas de las estrellas fjas no cayesen unos sobre los otros por efecto de la gravedad, los situó a inmensas distancias unos de otros.

(…)La dominación de un ente espiritual constituye a dios, verdadero si es verdadera, supremo si es suprema, ficticio si es ficticia. Y de su dominio verdadero se sigue que el verdadero dios es un ente vivo, inteligente y poderoso; y de las restantes perfecciones que es supremo o supremamente perfecto. Es eterno e infinito, omnipotente y omniscente, esto es, dura desde la eternidad hasta la eternidad, y está presente desde lo infinito hasta lo infinito. Rige todo, y conoce todo cuanto es o puede ser hecho. No es eternidad e infinitud, sino eterno e infinito; no es duración o espacio, pero dura y está presente. Dura siempre y está presente en todas partes, funda la duración y el espacio. Como cada partícula de espacio es siempre, y como cada momento indivisible de duración es ubicuo, el creador y señor de todas las cosas jamás podrá ser nunca ni ninguna parte. Toda alma percibe en diferentes tiempos. Con diversos sentidos y órganos de movimiento, pero sigue siendo la misma persona indivisible. En la duración se dan partes sucesivas, en el espacio partes coexistentes, pero ni lo uno ni lo otro puede hallarse en la persona del hombre o en su principio pensante, y mucho menos en la substancia pensante de dios. En tanto en cuanto es una cosa dotada de percepción, todo hombre es uno idéntico consigo mismo durante toda su vida en todos y cada uno de sus órganos sensoriales. Dios es uno y el mismo dios siempre y en todas las partes. Su omnipresencia no es sólo virtual, sino substancial, pues la virtud no puede subsistir sin substancia. Todas las cosas están contenidas y movidas en él, pero uno y otras no se afectan mutuamente.

(…) En los cuerpos sólo vemos sus figuras y colores, sólo escuchamos los sonidos, sólo tocamos sus superfícies externas, sólo olemos los olores y gustamos los sabores. Sus substancias íntimas no son conocidas por ningún sentido o por acto reflejo alguno de nuestras mentes. Mucho menos podremos formar cualquier idea sobre la substancia de dios. Sólo le cononocemos por propiedades y atributos, por las sapientísimas y óptimas estructuras de las cosas y causas finales, y le admiramos por sus perfecciones. Un dios sin dominio, providencia y causas finales nada es sino hado. Una ciega necesidad metafísica idéntica siempre y en todas partes, es incapaz de producir la variedad de las cosas. Toda esa diversidad de cosas naturales, que hallamos adecuada a tiempos y lugares distintos, sólo puede surgir de las ideas y la voluntad de un ente que existe por necesidad. (…) Y esto por lo que concierne a dios, de quien procede ciertamente hablar en filosofía natural partiendo de los fenómenos.

Hasta aquí hemos explicado los fenomenos de los cielos y de nuestro mar por la fuerza gravitatoria, pero no hemos asignado aún causa a esa fuerza. Es seguro que debe proceder de una causa que penetra hasta los centros mismos del Sol y los planetas, sin sufrir la más mínima disminución de su fuerza; que no opera de acuerdo con la cantidad de las superfícies de las partículas sobre las que actúa (como suele acontecer con las causas mecánicas), sino que de acuerdo con la cantidad de materia sólida contenida en ellas, propagándose en todas direcciones y hasta inmensas distancias, y decreciendo siempre como el cuadrado inverso de las distancias. La gravitación hacia el Sol está formada por la gravitación hacia las diversas partículas que componen el cuerpo del Sol; y al alejarse del Sol decrece exactamente como el cuadrado inverso de las distancias hasta la órbita de Saturno, como demuestra con evidencia la quietud del afelio de los planetas, e incluso el afelio más remoto de los cometas, si tales afelios son también invariables. Pero hasta el presente no he logrado descubrir la causa de esas propiedades de gravedad a partir de los fenómenos, y no finjo hipótesis. (…) Y es bastante que la gravedad exista realmente, y actúe con arrelgo a las leyes que hemos expuesto, sirviendo para explicar todos los movimientos de los cuerpos celestes y de nuestro mar.
Podríamos ahora añadir algo sobre cierto espíritu sutilísimo que penetra y yace latente en todos los cuerpos grandes, por cuya fuerza y acción las partículas de los cuerpos se atraen unas a otras cuando se encuentran a escasa distancia y se ligan en caso de estar contiguas; y los cuerpos eléctricos operan a distancias mayores, repeliendo tanto como atrayendo a los corpúsculos vecinos; y la luz es emitida, reflejada, refrectada, curvada y calienta los cuerpos; y toda sensación es excitada, y los miembros de los cuerpos animales se mueven a la orden de la voluntad, propagada por las vibraciones de los nervios, desde los órganos externos hasta el cerebro y desde el cerebro hasta los músculos. Pero éstas son cosas que no pueden ser explicadas en pocas palabras. Por otra parte, tampoco disponemos de una cantidad suficiente de experimentos para determinar con precisión y demostrar mediante qué leyes opera este espíritu eléctricp y elástico. (El Éter, entendido como sustancia divina o cuerpo de Dios)




LA MATRIZ DIVINA.

La Matriz divina es un campo de energía que representa el puente entre nuestro mundo interior y el mundo exterior, así como el recipiente de todo lo que existe. El descubrimiento de este campo en las partículas subatómicas, en las distantes galaxias y en todo lo que hay entre unas y otras, cambia completamente lo que hasta ahora pensábamos acerca de nuestro papel en la creación.
La existencia de una red fundamental de energía que conecta nuestros cuerpos, el mundo y todas las cosas abre la puerta a poderosas posibilidades. Éstas sugieren que somos mucho más que simples observadores experimentando un breve lapso de tiempo en una creación ya existente. Einstein afirmó que somos esencialmente observadores pasivos viviendo en un universo preexistente sobre el que tenemos poca influencia. Algunos científicos comparten esta misma visión.
Pero el físico John Wheeler, colega de Einstein en Princeton y profesor emérito de esta Universidad, nos ofrece una visión radicalmente distinta de nuestro papel en el universo: “Teníamos esa vieja idea según la cual el universo está allí fuera y aquí está el observador, separado del universo por una gruesa plancha de vidrio”. Wheeler se refiere así a los experimentos demostrativos de que el mero hecho de observar algo ya lo modifica: “el mundo cuántico nos enseña que para observar un objeto tan minúsculo como un electrón tenemos que romper esa plancha: tenemos que pasar al otro lado… nos vemos obligados a eliminar la vieja palabra observador y colocar en su lugar la palabra participante”.

Algunos experimentos de física cuántica muestran que simplemente mirar un electrón, durante un instante, cambia sus propiedades mientras lo observamos; sugieren que el acto de observación es un acto de creación, del que la conciencia es autora. Considerarnos partícipes en el proceso de creación en el lugar de simples transeúntes en el universo requería una nueva visión del cosmos y de su funcionamiento, que fue articulada por David Bohm, quien nos dejó dos revolucionarias teorías que ofrecen una visión muy distinta del universo y de nuestro papel.
La primera fue una interpretación de la física cuántica que abrió la puerta a lo que Bohm llamó “la operación creativa de niveles subyacientes de realidad”. Creía que existen dimensiones más profundas que sustentan todo lo que sucede en nuestro mundo. Son estos niveles más sutiles de realidad los que dan origen a nuestro mundo físico.
Su segunda teoría era una explicación del universo como un sistema unificado de la naturaleza, con conexiones que no siempre son obvias. Bohm pudo observar pequeñas partículas de átomos en un estado llamado plasma y comprobó que, cuando las partículas se encontraban en ese estado, se comportaban como si estuvieran conectadas entre sí, formando parte de un todo mayor.
Bohm planteaba que si pudiésemos ver el universo en su totalidad desde una prespectiva más elevada, los objetos visibles en nuestro mundo aparecerían como la proyección de algo que está sucediendo en otra dimensión. Consideraba que tanto lo visible como lo invisible eran expresiones de un orden mayor y más universal. Para diferenciar estas dos dimensiones, las llamó “implicada” y “explicada”.
Las cosas que podemos ver, tocar, y que parecen estar separadas son ejemplos del orden explicado de la creación. Bohm sugirió que están unidas por vínculos que no podemos percibir. Creía que todas las cosas forman parte de un todo mayor, al cual llamó orden implicado, que el universo y todo lo que hay en él forma parte de un gran orden cósmico.

Al reflexionar sobre la naturaleza interrelacionada de la creación, quedó cada vez más convencido de que el universo funciona com un gran holograma cósmico. En un holograma, cada parte de un objeto contiene al objeto en su totalidad, sólo que en una escala menor. La simplicidad del cuerpo humano nos ofrece un buen ejemplo de un holograma: el ADN de cualquier parte del mismo contiene nuestro código genético para el resto del cuerpo, no importa de dónde tomemos la muestra. Al igual que el universo está siempre pasando del orden implicado al orden explicado, el flujo entre lo invisible y lo visible constituye la corriente dinámica de la creación, la cual llevó a afirmar al físico Wheeler que el universo era “participativo”, es decir incompleto y respondiendo siempre a la conciencia humana.

Así es exactamente como funciona el mundo según las antiguas tradiciones. La implicación de la teoría cuántica y de muchos textos antiguos es que creamos el patrón sobre el cual se basarán las relaciones del mundo visible. Podemos pensar en la Matriz como una manta cósmica que tiene varias capas de profundidad y está siempre en todas partes. Nuestros cuerpos, vidas y todo lo que conocemos sucede en su interior. Todo lo que experimentamos puede ser considerado como “arrugas” en esa manta. Desde una perspectiva cuántica, todas las cosas pueden ser consideradas como una “perturbación” en el tejido uniforme de esa Matriz espacio-temporal.

Pero los científicos ni siquiera saben con seguridad de dónde proviene la Matriz. Quienes han creído en un campo universal de energía que lo conecta todo se han referido a él como éter. En la mitología griega, el éter era considerado la esencia del espacio y descrito como el “aire que respiraban los dioses”. Pitágoras y Aristóteles lo identificaron como el quinto elemento de la creación. Esa terminología perduró entre los alquimistas hasta el nacimiento de la ciencia moderna. Newton usó la palabra éter para describir una sustancia invisible que impregnaba todo el universo, creía que era la responsable de la fuerza de la gravedad y de las sensaciones del cuerpo, y la imaginaba como un espíritu vivo. El creador de la teoría electromagnética, Maxwell, describió al éter como una “sustancia material más sutil que los cuerpos físicos, y que existe en aquellas partes del espacio que parecen vacías”.
A comienzos del siglo XX, algunas de las mentes científicas más respetadas pensaban que el éter era una sustancia, a través de la cual las ondas de luz se mueven de un punto a otro. “Concibo el éter como dotado de un cierto grado de sustancialidad, por muy distinto que sea de la materia ordinaria”, afirmó el premio Nobel de física Lorentz, cuyas ecuaciones proporcionaron a Einstein las herramientas para desarrollar su teoría de la relatividad. Incluso después de que sus teorías hubiesen descartado la necesidad de la existencia del éter, Eistein creía que se iba a descubrir algo que explicara el vacío en el espacio, y afirmó: “El espacio es inconcebible sin el éter”, pues “no existiría ninguna propagación de la luz, ni posibilidad para la existencia del espacio y del tiempo”. Pero advertía que no debería ser considerado como energía en el sentido ordinario de la palabra.

Hoy, la mención del éter basta para iniciar un encendido debate sobre su existencia, debido a un experimento diseñado para probar o refutar la existencia de ese campo. Su resultado suscitó más preguntas de las que contestó, retrasando a los científicos más de cien años en la búsqueda de un campo unificado de energía que lo conecta todo a través del espacio vacío.

El experimento Michelson-Morley causó sensación entre la comunidad científica en 1887. Si el éter existe realmente, razonaron, debe de ser una energía que está inmóvil y quieta en todas partes; y, si esto es así, el paso de la Tierra a través de este campo debería crear un movimiento hipotético que pueda ser medido, al cual denominaron viento del éter. Pensaban que si disparaban un haz de luz en dos direcciones al mismo tiempo, la diferencia del tiempo que tardaría cada haz en llegar a su destino debería permitir determinar la presencia y el flujo de ese viento. Sus instrumentos no detectaron ningún viento del éter, concluyendo que el éter no existe. Aunque éste en realidad demostró que el campo del éter puede no comportarse como los científicos esperaban. El que no se detectara ningún movimiento no quiere decir que el éter no estuviera presente. Hoy, nuevos experimentos indican que el éter sí existe, pero no asume la forma que Michelson y Morley esperaban. Al creer que ese campo debía ser estacionario, y constituido por electricidad y magnetismo al igual que las otras formas de energía, buscaron el éter como si fuera una forma convencional de energía. Pero el éter estaría muy lejos de ser convencional.
En 1886, la revista Nature publicó un experimento realizado por E.W.Silvertooth y patrocinado por la fuerza aérea de los Estados Unidos. Después de haber publicado el experimento de 1887, con instrumentos mucho más sensibles, detectó un movimientode la Tierra a través del espacio, exactamente como se había predicho. Éste y otros realizados desde entonces sugieren que existe algo parecido al éter, tal como Planck lo había imaginado en 1944, cuando supuso que “detrás de esa fuerza hay una Mente consciente e inteligente” que “es la matriz de toda la materia”.

La energía que lo conceta todo en el universo también forma parte de lo que es conectado. En lugar de pensar en ese campo como algo separado de la realidad cotidiana, dichos experimentos nos dicen que el mundo visible emana de este campo: es como si la manta de la Matriz se extendiese uniformemente por todo el universo, y de vez en cuando se “arrugara” aquí y allí para formar una roca, un árbol, un planeta o un ser humano. Todas estas cosas son sólo ondas en el campo.

En su libro, Gregg Braden comenta una serie de investigaciones, que permitieron avanzar la física cuántica y obligaron a reexaminar aquel experimento original. Estos y otros experimentos demostraron que, en el nivel de las partículas, todo parece estar conectado y ser infinito, y que esa conexión existe a causa de nosotros. Y sugieren que hay algo dentro de cada uno de nosotros que no está limitado por el tiempo ni por el espacio, ni por la muerte. La conclusión es que vivimos en un universo no local en el cual todo está siempre conectado. Todos tenemos esa vinculación que se entremezcla con todo lo demás como parte del campo de energía que abarca todas las cosas.

Experimentos de lo más reveladores.

El biólogo cuántico Poponin y otros colegas de la Academia Rusa de Ciencias realizaron investigaciones según las cuales el ADN humano afectaba directamente al mundo físico a través de lo que creían era un nuevo campo de energía que conectaba a ambos. Poponin y Gariev diseñaron un experimento para comprobar el efecto del ADN sobre las partículas de luz (fotones), la “sustancia” cuántica de la cual está hecho nuestro mundo. Primero extrajeron todo el aire a un tubo especialmente diseñado y, usando un equipo que podía detectar los fotones remanentes, midieron su ubicación dentro de ese tubo. Como esperaban, los fotones estaban distribuidos de forma desordenada. Luego, colocaron muestras de ADN humano en el interior del tubo, con esos fotones. Ante la presencia de ADN, las partículas de luz siguieron pautas regulares, como si estuviesen obedeciendo a una fuerza invisible. Cuando extrajeron el ADN del recipiente, los científicos esperaban que los fotones regresarían a la pauta desordenada anterior. Sin embargo, continuaron ordenados, como si el ADN aún estuviera en el tubo. Comenzaron a buscar una explicación para lo que acababan de observar. Una vez que se había extraído el ADN del tubo, ¿Qué estaba afectando a las partículas de luz? ¿Acaso el ADN dejó tras de sí una fuerza residual que permaneció después de que se extrajo la materia física? ¿O seguirían el ADN y los fotones conectados de alguna forma o en cierta dimensión que desconocemos?
Poponin escribió que sus colegas y él se veían “obligados a aceptar la hipótesis de que alguna nueva estructura de campo está siendo estimulada”. Este fenómeno recibió el nombre de “efecto fantasma del ADN”:Entre otras muchas conclusiones, dos son indiscutibles: 1) Existe un tipo de energía que hasta ahora no había sido reconocido. 2) A través de esta forma de energía las células y el ADN influyen sobre la materia. El experimento confirmó que ejercemos una influencia directa sobre el mundo que nos rodea.

Por otra parte, en 1993, científicos que trabajaban para el ejército norteamericano realizaron experimentos para determinar si el ADN continúa siendo afectado por las emociones después de que ha sido separado de su cuerpo. Tomaron una muestra de tejido y ADN de la boca de un voluntario; el ADN fue medido eléctricamente para ver si respondía a las emociones del donante que estaba en otra habitación, a docenas de metros de distancia. Se le mostraron una serie de imágenes en vídeo, diseñadas para que experimentase un amplio espectro de emociones reales. Mientras tanto, se medía su ADN para evaluar su respuesta. Cuando éste experimentaba “puntos álgidos” y “puntos bajos” en sus emociones, sus células y ADN registraban una poderosa respuesta eléctrica, en el mismo instante. Aunque separado por docenas de metros del donante, su ADN actuaba como si aún estuviese conectado con el cuerpo.
El doctor Cleve Backster había diseñado este experimento partiendo de sus famosas investigaciones sobre la forma en que las intenciones humanas afectan las plantas. Después de estos estudios iniciales, continuó esas investigaciones junto a su equipo, incluso a más de 500 kilómetros de disntancia entre el donante y sus células; además, el intervalo de tiempo entre las emociones del donante y la respuesta de su ADN se medía por un reloj atómico. Comprobaron que su ADN reaccionaba ante sus experiencias emocionales, simultáneamente.
Este experimento indica que: 1) Un tipo de energía desconocido existe entre los tejidos vivos. 2) Las células y el ADN se comunican a través de este campo de energía, independientemente de la distancia. 3) La emoción humana tiene una influencia directa sobre el ADN vivo. 4) Parece que la distancia es irrelevante en lo que respecta a este efecto.

Dos años antes, en 1991, se constituyó en Instituto Heart-Math, con el objetivo de explorar el poder que las emociones y sentimientos tienen sobre el cuerpo, y el papel que pueden desempeñar en nuestro mundo. Sus investigaciones, centradas en el corazón humano, han sido publicadas en prestigiosas revistas científicas. Uno de sus resultados más importantes fue demostrar la existencia de un campo de energía electromagnética en forma de donut que rodea al corazón y se extiende más allá del cuerpo, con un diámetro de entre 1,5 y 2,5 metros y medio. Los investigadores se preguntaron si este campo no podría estar conformado por otro tipo de energía que no hayamos descubierto aún. Para comprobarlo, examinaron los efectos de la emoción humana sobre el ADN, aislando una muestra de éste en un vaso de precipitado y exponiéndolo a una poderosa forma de emoción que puede ser creada “mediante técnicas de control mental y emocional diseñadas especialmente, que acallan la mente, centrando la atención en la zona del corazón y en emociones de estímulo positivo.
Realizaron una serie de pruebas con cinco personas adiestradas en la aplicación de esa emoción coherente. Usando técnicas que analizan el ADN química y visualmente, podían detectar cualquier cambio que se produjera. Los resultados fueron irrefutables y las implicaciones inequívocas: las emociones humanas cambiaban la forma del ADN. Sin tocarlo físicamente, creando determinadas emociones en sus cuerpos, los participantes fueron capaces de afectar a las moléculas de ADN que se les habían extraído. “Estos experimentos –explica uno de los investigadores- revelaron que distintas intenciones producen efectos diferentes en la molécula de ADN, haciendo que ésta se enrolle o desenrolle”.
Las teorías centíficas tradicionales consideran que el estado del ADN de nuestro cuerpo es algo inmutable y salvo que sea sometido a sustancias químicas o campos eléctricos, nuestro ADN no cambia en respuesta a nada que podamos hacer. Pero este experimento nos muestra que nada podría estar más lejos de la verdad.

¿Qué nos dicen pues los tres experimentos acerca de nuestra relación con el mundo? El primero, nos mostró que el ADN tiene un efecto directo sobre la vibración de la luz. En el segundo, aprendimos que por mucho que estemos separados de nuestro ADN seguimos conectados con sus moléculas. El tercero probó que las emociones tienen un efecto directo sobre el ADN.

Los resultados de estos experimentos demuestran que: 1) El ADN humano tiene un efecto directo sobre la sustancia de la que está hecho nuestro mundo. 2) Las emociones tienen un efecto directo sobre ese ADN 3) La relación entre las emociones y el ADN trasciende los límites del espacio y del tiempo.
Estos experimentos apuntan hacia dos conclusiones: 1) Hay algo “allá fuera”: la matriz de una energía que conecta todo lo que existe en el universo. 2) Nuestro ADN nos da acceso a la energía que interconecta este universo, y la emoción es clave para poder hacer interacciones con esa energía.

Estos experimentos demuestran que la Matriz está hecha de una forma de energía “sutil”, distinta a todas las conocidas. Esa energía parece ser una red estrechamente entrelazada que constituye el tejido de la creación, un tejido al que Gregg Braden llama La Matriz Divina. Hay tres atributos que la distinguen de cualquier otra energía: 1) Este campo parece estar ya presente en todas partes. 2) Parece que comenzó al mismo tiempo que la creación, con el Big Bang. 3) Parece tener “inteligencia”, pues responde al poder de la emoción humana.
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Fragmentos de la síntesis de Enrique de Vicente al libro de Gegg Braden “La Matriz Divina” (Año Cero nº 234)


LOS SECRETOS DE LOS SUEÑOS

Es posible implantar un sueño en otras personas? En qué sueña Morfeo cuando duerme? Puede que muy pronto lo sepamos. Estamos muy cerca de espiar los sueños ajenos y compartir los propios. Así lo confirman los siguientes descubrimientos. Deirdre Barret, psicóloga de la Universidad de Harvard, utilizó la técnica de “incubación de sueños” para que sus estudiantes resolvieran un enigma mientras dormían.Primero les hizo crear una imagen mental del problema y les pidió que fuera lo último que vieran antes de dormir. Luego les recomendó no saltar de la cama al levantarse, para recuperar lo soñado, ya que una distracción lo elimina. Barret descubrió que un 25% de los estudiantes encontró la solución al problema mientras dormía. Pero hay otros modos de influir en el sueño ajeno. Por ejemplo, “estimular su cuerpo rociándolo con agua”, sugiere Mark Balgrove, psicólogo de la Universidad de Swansea y experto en sueños y estados de consciencia: “Así, la sensación física se incorporará al sueño”. Y añade: “También es posible hacerlo antes de que se duerma, sugiriéndole qué soñar. Funciona si es algo que a la persona le interese. Si dos personas creen que se pueden encontrar en sueños, podrían provocar un encuentro onírico”.

Dentro de dos décadas seremos capaces de leer los sueños de las personas. Al mismo tiempo que los están viviendo.” Quien me asegura esto, al otro lado del teléfono, es Jack Gallant, psicólogo del departamento de Neurociencias de la Universidad de Berkeley y uno de los 10 expertos en sueño entrevistados para este Dossier.

Actualmente, Gallant está trabajando en un software que registra y compara la actividad cerebral de un voluntario al observar diferentes fotografías. Luego, un escáner estudia su cerebro mientras se le muestra una de las imágenes. El programa logra deducir qué foto está viendo gracias a su actividad cerebral.

Básicamente, el trabajo consiste en descubrir qué sucede en nuestro cerebro cuando vemos el color verde, la arena, una manzana o cuando pensamos en volar. Cada uno de estos gestos podría asociarse a un tipo de actividad cerebral específica, y si, al dormir, el software detecta esos patrones, sabremos qué está soñando la persona.

El siguiente descubrimiento, sorprendente e inesperado, es que el cerebro de un recién nacido, cuando duerme, utiliza los sueños para aprender a mover su cuerpo. Sí, tal y como suena. Así lo asegura, desde Suecia, Jens Schouenborg, neurocientífico de la Universidad de Lund.

“Cuando nació mi hija menor, llevarla a la cama se convirtió en una tarea titánica. Al menos hasta que cumplió un año”, señala Lund. “Por eso, solía acostarme a su lado hasta que se durmiera. Sabía cuándo estaba totalmente dormida porque sus músculos empezaban a palpitar. Después de muchas noches, me di cuenta de que ese temblor de los músculos seguía un patrón. Así fue como se me ocurrió la idea de que este movimiento involuntario tuviera un propósito. Y comencé el experimento.” El experimento al que se refiere podría ser la respuesta a uno de los enigmas más huidizos de la ciencia: ¿para qué dormimos?

Schouenborg y su equipo de investigación estudiaron durante diez años dos grupos de ratas de menos de dos semanas de vida mientras dormían. En su entorno natural, en plena noche, las ratas mueven la cola de derecha a izquierda; se trata de un movimiento involuntario que les permite tocar a otro miembro de la camada. El contacto les aporta seguridad, algo similar a lo que sucede cuando nuestros hijos piden dormir con nosotros.

Este científico sueco dividió las ratas en dos grupos: a uno de ellos les soplaba aire dirigido al lado izquierdo de la cola cuando la movían hacia la derecha, y viceversa, mientras que el otro grupo recibía el aire de forma coherente. A las dos horas, las ratas del primer grupo empezaron a mostrar un extraño reflejo: si les acercaban un láser al lado izquierdo de la cola, la movían hacia la fuente de calor, y no la apartaban, como sería lógico.

Según Schouenborg: “En un sistema nervioso recién formado, este podría ser el mecanismo que construye los canales nerviosos desde la médula espinal hacia los músculos, de modo que en el futuro el cerebro reconozca el camino exacto para controlar determinados movimientos en vigilia”. Cuando nacemos, soñar nos enseña a movernos.

Programados para dormir

Dormir podría servir a este propósito en recién nacidos, pero ¿para qué sirve en adultos? ¿Por qué tenemos que dormir?
José María Delgado, director de la División de Neurociencias de la Universidad Pablo de Olavide, en Sevilla, me señala que: “Responder a la pregunta ¿para qué sirve el sueño? es equivalente a preguntarse ¿para qué sirven las cigüeñas? En términos científicos, se trata de saber qué ocurre en el organismo cuando nos privan de sueño durante varios días, algo que no sabemos de momento”. De momento. Pero quizá sea posible aclarar tanto este como otros enigmas al terminar este reportaje. Para eso, será preciso conocer todos los procesos que nos llevan a los dominios de Morfeo.

El sueño es una respuesta del cerebro al ritmo circadiano. En nuestra mente, el “relojero” que lo regula se llama núcleo supraquiasmático. ¿Cómo se sabe esto? Javier Puertas, jefe de la Unidad del Sueño del Hospital Universitario de La Ribera, Valencia, tiene la respuesta: “Se ha probado con ratones a los que se les han extirpado las neuronas de esta zona del hipotálamo y se las ha marcado con una proteína que produce luz cuando se activan. Aun fuera del núcleo, estas se encendían y se apagaban, siguiendo el ritmo circadiano”.

El primer engranaje del reloj biológico comienza a funcionar y hace girar la siguiente rueda: se activa la glándula pineal. Esta confirma que se está haciendo de noche por arte de un truco muy sencillo: está, en cierto modo, unida a la retina. Gracias a eso, la información lumínica se transforma en secreción hormonal: la glándula pineal comienza a segregar melatonina.

La presencia de esta hormona pone “celosa” al neurotransmisor GABA, que se suma a la fiesta. Cecilio Álamo González, doctor y catedrático de Farmacología de la Universidad de Alcalá, explica que: “El GABA es el mecanismo más importante para inducir el sueño: inhibe las estructuras del cerebro que nos mantienen en vigilia. Son de gran importancia, ya que los fármacos que nos inducen al sueño, o los que nos provocan insomnio, lo hacen alterando su función”. En pocas palabras, todo el cerebro altera sus funciones para ponernos a dormir. ¿Qué hay tan importante en el sueño para que esto ocurra? La respuesta podría estar en la pregunta.

Pero antes de ir a ella, maticemos una afirmación: se dice que no dormir nos puede matar. Julio Fernández Mendoza, investigador del Centro de Investigación y Tratamiento del Sueño del departamento de Psiquiatría de la Universidad del Estado de Pensilvania, me confirma que: “Es cierto que hay un debate abierto acerca de la función del sueño. Sin embargo, uno no muere directamente por no dormir. La relación entre la falta de sueño y una mayor probabilidad de morir parece estar ligada a la presencia de trastornos del sueño, cardiovasculares y metabólicos. Por ejemplo, los trastornos cardiovasculares pueden anteceder a la falta de sueño, y su alteración contribuiría a aumentar el riesgo de mortalidad, o ser una consecuencia de esta”.

“Hemos publicado un estudio”, continúa Fernández Mendoza, “en el que se demuestra que los varones con insomnio crónico tienen cuatro veces más probabilidad de morir que aquellos que duermen adecuadamente, y que los insomnes son los que tienen mayor riesgo de hipertensión, diabetes e incluso de alteraciones neuropsicológicas”.

Así, si la falta de sueño no es causa directa de muerte, volvamos a la pregunta: ¿para qué necesitamos dormir?

Una de las primeras consecuencias de entrar en los dominios de la noche, es la desconexión de ciertas partes del cuerpo. “Hay grupos neuronales que disminuyen la conectividad”, asegura Delgado García, “como, por ejemplo, diversos centros motores; pero otros muchos se mantienen activos y continúan produciendo impulsos nerviosos”. Visto por medio de un electroencefalograma (EEG), las ondas cerebrales en la fase REM (el momento en que soñamos) son muy similares a las ondas de cuando estamos despiertos.

¿Qué ocurre en el cerebro para que se “desconecte” del cuerpo y utilice una cantidad similar de energía a la requerida en vigilia?
David Eagleman, neurocientífico del Colegio Baylor de Medicina, da la primera clave al afirmar que: “El sueño y la memoria están íntimamente relacionados. No sabemos por qué, pero cuando soñamos, nos adentramos en un mundo de memorias falsas”. ¿Falsas? ¿Y de qué nos sirven estos “recuerdos mentirosos”?

De mucho, según Fernández Mendoza: “Toda actividad cognitiva durante el sueño tiene que ver con el aprendizaje. Se ha sugerido que las ondas PGO (ponto-genicular-occipitales) durante el sueño REM podrían ser el sustrato cerebral y fisiológico último que explica la relación entre el tipo de material cognitivo aprendido y determinadas fases del sueño.”

Así aprende el cerebro

Ahora sí, volvamos a la pregunta: ¿qué hay tan importante en el sueño para que nuestro cerebro esté tan activo? Y como dijimos antes, la respuesta podría estar en la pregunta: los sueños.

¿Sería posible que, en lugar de soñar porque dormimos, necesitemos dormir para soñar? ¿Son tan importantes los sueños? Un trabajo realizado por los psicólogos Michael Franklin, de la Universidad de Michigan, y Michael Zyphur, de la Universidad de Tulane, podría dar la respuesta cuando afirma que: “El tiempo que pasamos en nuestros sueños configura seguramente cómo se desarrolla nuestro cerebro. Las experiencias que adquirimos al soñar a lo largo de toda nuestra existencia influyen en el modo en que nos relacionamos con el entorno, y están destinadas a afectarnos no solo como individuos, sino como especie. A medida que se sucedan los avances científicos en neurociencia, estaremos capacitados para probar algunas de estas hipótesis”. El estudio, publicado en Evolutionary Psychology, se titula El papel de los sueños en la evolución de la mente humana. Y los avances en neurociencia ya se están dando.

Robert Stickgold es el director del Centro del Sueño y el Conocimiento de la Escuela de Medicina de Harvard. Recientemente realizó un experimento: desafió a dos grupos de estudiantes a aprender la disposición de un laberinto virtual, de modo que, cuando más tarde los situaran en cualquier punto del laberinto, pudieran señalar dónde se encontraba un árbol determinado.

Uno de los grupos podía dormir una siesta en las 5 horas de intervalo. Cuando se llevó a cabo la evaluación, estos últimos llegaban al árbol bastante más rápido que los que no habían dormido. Lo extraordinario es que la mayoría de ellos tuvo sueños relacionados con la prueba: la música del ordenador, el árbol, zonas del laberinto… “Creemos que los sueños”, me confirma Stickgold, “son una señal de que el cerebro trabaja en un problema a muchos niveles. Son intentos del cerebro de encontrar asociaciones útiles para el futuro”. Pero queda una duda: si los sueños son una estrategia evolutiva de nuestro cerebro que le sirve para aprender, ¿por qué nos olvidamos de ellos?

Diferentes experimentos realizados, entre otros, por Robert Bornstein y Paul D’Agostino, psicólogos del Gettysburg College, han demostrado que, aunque un estimulo sea inconsciente, puede influir en nuestras decisiones.

Quizá seamos incapaces de recordar los sueños. Pero ellos sí se acuerdan de nosotros.
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Fuente: Revista Quo